«Queridos chicos, queridos jóvenes… Sientan la presencia del Señor en su vida. Él está cerca de cada uno de ustedes como compañero, como amigo, que les ayuda a comprender, que les alienta en los momentos difíciles y nunca les abandona»… «Lo que me dio mucha fuerza para convertirme en un jesuita fue su carácter misionero. Creo que esto es propio de nuestra espiritualidad, salir, salir siempre para anunciar a Jesucristo y no permanecer un poco encerrados en nuestras estructuras.»

El Obispo de Roma pronunció estas palabras durante el encuentro que mantuvo con más de 8.000 alumnos de colegios jesuitas de Italia y Albania en el Aula Pablo VI del Vaticano, para los que tenía preparado un discurso que finalmente dejó de lado para responder directamente a las preguntas de los muchachos.

Durante el coloquio, un niño le preguntó si quiso convertirse en Papa, a lo que Francisco dijo: «Una persona que quiera ser Papa no se quiere a sí misma. No, yo no quería ser Papa». También una niña le preguntó si continúa viendo a sus amigos y Jorge Mario Bergoglio le respondió que es Papa desde hace dos meses y medio y sus amigos están «a 14 horas de avión de Roma». «Están muy lejos (en Buenos Aires). Pero ya han venido tres a saludarme y los veo y me escriben y los quiero mucho. No se puede vivir sin amigos, eso es muy importante», manifestó.

Otro estudiante le preguntó por qué había renunciado a vivir en el palacio apostólico, en el apartamento papal, para seguir en la residencia de Santa Marta, y si eso significaba una renuncia a la riqueza. «Tengo necesidad de vivir entre la gente y si viviese solo estaría un poco aislado y no me haría bien. Esa pregunta me la hizo también un profesor y le dije: por motivos psicológicos. Es mi personalidad», afirmó.

«La pobreza en el mundo es un escándalo. En el mundo, donde hay tanta riqueza, tantos recursos para dar de comer a todos no se puede entender como hay tantos niños hambrientos, sin educación, tan pobres. La pobreza hoy es un grito», continuó.

Francisco también fue preguntado por qué le llevó a ser jesuita y respondió que fue la idea de la misión. Contó que cuando estudiaba filosofía escribió una carta al por entonces Superior General Pedro Arrupe (1907-1991) para que le enviase como misionero a Japón u otra parte del mundo.

«Lo que más me gustó de la Compañía es su carácter misionero; quería convertirme en un misionero. Y cuando estudiaba filosofía, le escribí al Padre Arrupe, para que me mandara a Japón o a alguna otra parte. Pero él reflexionó bien y me dijo, con mucha caridad: ‘Pero usted tuvo una enfermedad en el pulmón, eso no es bueno para un trabajo tan fuerte’, y entonces me quedé en Buenos Aires. Pero fue muy bueno, el Padre Arrupe, porque no me dijo: ‘Pero usted no es tan santo como para ser misionero’; era bueno, tenía caridad, ¿eh? Y lo que me dio mucha fuerza para convertirme en un jesuita fue su carácter misionero: salir, ir a las misiones a anunciar a Jesucristo. Creo que esto es propio de nuestra espiritualidad, salir, salir siempre para anunciar a Jesucristo y no permanecer un poco encerrados en nuestras estructuras, muchas veces estructuras caducas, ¿no? Es lo que me movió».

(Con información de La República)