Por Jorge Ruiz Z

Aún siendo novicio quería trabajar en comunidades alejadas como Urcos u Ocongate, en Cusco. Sin embargo, el destino lo llevó más lejos: El Chad, país africano con un claro predominio musulmán. Ahí colaboró con la fundación de Fe y Alegría y trabajó por más de 17 años tendiendo puentes entre musulmanes y cristianos. Jesuitas.pe conversó con Alfredo Vizcarra SJ, nuevo Obispo del Vicariato Apostólico San Francisco Javier de Jaén.

¿Cómo terminas en un país desconocido como el Chad?

Yo nunca pensé ir al África. Cuando estaba en el Noviciado mi sueño era ir a trabajar a Urcos u Ocongate, a esas comunidades donde está la Compañía acá en el Perú. Incluso estudié quechua. Después, estando en Chile estudiando filosofía, el Padre General de la época, el padre Kolvenbach, pidió a todos los jesuitas de América Latina, a través de los provinciales, colaboración con la provincia del África Occidental.

El padre Provincial de aquel entonces, el P. Adolfo Franco, nos escribió pidiendo voluntarios. Yo respondí que estaba disponible. La única razón que encontré para ofrecerme fue que yo había entrado a la Compañía para ser enviado a cualquier parte para vivir mi fe con cualquier otra persona. Sentía que era una invitación a vivir de manera más “radical” la consagración, sentirlo más en la carne porque era ir por la misión, dejar tu país, dejar tu cultura, dejar la familia e irte lejos, vivir con otra gente que nunca has visto en tu vida y ser cristiano con ellos.

Al final, el Provincial nos propuso a tres: Francisco de la Aldea, Juan Alarco y yo. Recibí la carta del Provincial y no lo podía creer. Al final acabé aceptando, hice un voto de confianza y así me fui. Antes de ir hablé con el Provincial de la Provincia del África Occidental y me dijo que quería que vaya al Chad. De hecho, los 3 fuimos designados a este país, y comencé a informarme. 

¿Y qué encontraste al llegar al Chad?

El país acababa de terminar una guerra civil de prácticamente 20 años. Era un país muy joven, cuya independencia recién se dio el 11 de agosto de 1960. Fue una colonia francesa. Entonces el país estaba medio destruido. Habían apenas 4 avenidas principales asfaltadas. En la capital había luz y agua pero por horas. Al salir de un aeropuerto muy pequeño encontré a militares, y en las calles vi todas las casas con los muros destruidos, con impactos de balas, de obuses. La ciudad estaba medio destruida por todos esos años de guerra civil que habían vivido.

¿Cómo trabaja la Iglesia Católica en un país con tan alta presencia musulmana?

Este es un país mayoritariamente musulmán (60%), y esto se vive principalmente de la capital hacia al Norte. La guerra dividió al país en dos: la gente del Norte y la del Sur. Esta no fue una guerra religiosa, fue por poder, pero en los distintos momentos de ésta la religión fue usada como instrumento para polarizar más la situación. Han habido muchas heridas de ambos lados. Una de las labores de la Iglesia, que yo creo es la más importante, es la de colaborar a crear puentes. Ayudar a que la gente pueda entenderse y a crear una conciencia nacional en la que todos tengan un espacio. Cada vez más, los cristianos van tomando conciencia de ese llamado. Todo lo que ha hecho la Iglesia ha estado siempre abierto a todos, no solo para los cristianos.

Fe y Alegría, por ejemplo.

Fe y Alegría recién nació el 2007. Comenzamos creando redes rurales de escuelas. La primera red comenzó en Mongo, donde yo he estado estos últimos 10 años. En esas 25 escuelas no hay un solo cristiano, todos son musulmanes, incluso los maestros. Claro que alguna vez llega algún maestro cristiano a algunas de estas escuelas, enviado por el Estado. En el equipo de formación de la oficina de Fe y Alegría pasa lo mismo: son musulmanes, protestantes o católicos. Por eso, uno de los desafíos, que todavía no se trabaja suficientemente, es saber cómo mantener el espíritu de la institución entre personas que no son cristianas. Es que hay tantas urgencias allá.

Y peor teniendo un 80% de pobreza…

En realidad el 80% del país es rural, teniendo una economía de auto subsistencia. No hay gran producción agrícola o industria. Hay pocas fábricas. Hay mucho comercio, pero todo se importa. El nivel de vida es caro. La electricidad de produce con grupos electrógenos. Hasta hace poco el combustible se importaba, recién desde el 2004 el Chad está produciendo petróleo.

Con gente tan pobre, ¿no se complica la misión educativa y de formación?

Cuando hablamos de pobres hablamos normalmente de personas que viven en barrios marginales y que tienen pocos recursos para poder vivir. En cambio, en el Chad, donde el 80% de la población es rural, ya se vivía de esta forma incluso desde antes de que existieran como país. Los criterios de pobreza, en realidad, se utilizan en términos comparativos. Hablamos de pobres en comparación con otros que tienen estándares de vida mayores. Yo no puedo decir que eso sea bueno o malo. Ellos saben vivir de esa forma. Con esto tampoco estoy diciendo que se deban quedar así, porque el mundo ha evolucionado y ellos también tienen derecho a evolucionar. Pero no se trata de imponer modelos de desarrollo. Ellos deben elegir.

Es difícil para nosotros acompañar y ayudar a un proceso de gestación de un modelo propio de crecimiento, de mejoras de calidad de vida en esas regiones, o ayudarles a que resuelvan sus problemas de energía eléctrica o de agua. Hay, por ejemplo, muchas ONGs que vienen por dos o tres años con sus proyectos. Vienen con una bomba de extracción de agua: ponen la bomba, esta dura 6 meses, se rompe y ahí se quedó, y la gente vuelve al pozo de 20 o 30 metros que ellos mismos hacen y en el que tiran su balde y ya. El mundo cultural en el que ellos viven es completamente distinto. No hay una cultura de mantenimiento.

¿Y el rol del gobierno?

Es una “democracia”. Llegaron al poder en el 91 y, a pesar de haber elecciones, siempre gana el mismo con 90%. El presidente controla pero su gobierno no se ha preocupado por hacer crecer el país. No tienen un proyecto político que tenga en cuenta su realidad cultural, social, económica. No hay una estructura del Estado para realizar esto eficientemente. Es un Estado disfuncional. Todo está en función de la pertenencia étnica. Si eres de la etnia que está en el poder, vas a poder conseguir lo que quieres y si no, pagas.

¿No es un caldo de cultivo para una guerra civil?

Han habido rebeliones en el 2006, 2007 y 2008. Pero la rebelión allá no es como el terrorismo acá. Allá están en el desierto. La idea es hacer una incursión rápida. De hecho, lo que hubo fueron 3 incursiones sucesivas para tomar el poder: la idea era ir rápido hasta la capital, tener un enfrentamiento armado allí y esperar a ver qué pasa. Los tres intentos fallaron pero no porque el gobierno estuviera bien posicionado, sino por la intervención disimulada de Francia. El país está harto, está cansado.

¿En qué otros sectores trabaja la Iglesia en un país tan convulsionado?

Fe y Alegría es nuevo, pero siempre ha habido educación. La Iglesia siempre ha formado y sigue formando a los cuadros. Los jesuitas llegamos al Chad para crear Iglesia, entonces fundamos dos diócesis: la de Sarh y la de Yamena. Todo lo que se hizo en las diócesis se ha ido quedando con la estructura eclesial. El colegio St. Charles Lwanga (en Sarh) ha formado a prácticamente todos los cuadros del país. Y lo mismo el colegio de las religiosas del Sagrado Corazón ubicado en Yamena.

Y después tenemos dispensarios por muchas partes, hospitales, muchas actividades agrícolas sobre todo en el Sur. Aunque ahora la Iglesia se ha ido retirando de las actividades de desarrollo en esta zona. Donde yo estaba la Iglesia era un referente por la actividad de seguridad alimentaria. Al ser una economía de auto subsistencia, la gente vive de lo que produce. Siembran para comer y para vender su grano en el mercado y tener plata para poder pagar otras cosas básicas: vestir a los hijos, pagar la escuela, pagar los tratamientos de las enfermedades. 

Pero solo tienen una cosecha en el año y que depende de la naturaleza: plagas y lluvias. Si no se dan las circunstancias ¿qué pasa? No tienes una cosecha suficiente, les queda poco grano y con eso tienen que hacer frente a todas sus necesidades. Es difícil. Antes qué hacían, pues se endeudaban con los árabes nómadas con altos intereses y vivían endeudados. Lo que se ha hecho durante más de 10 años es crear una banca de cereales. Se compró grano y se hizo un almacén para guardarlo y darlo solamente al momento de la siembra. Ese grano les pertenece, pero cada campesino que cogía granos tenía que devolverlo con un interés para asegurar que haya para el futuro. Se han liberado de los usureros y tienen grano suficiente para cuando tengan necesidades.

Esta actividad se ha convertido en un referente. Hace poco, el gobierno recibió un préstamo del Banco Mundial para este tipo de actividades, pero no lo supieron llevar. Entonces, ahora el Banco Mundial les ha puesto como condición que sea la Iglesia quien asuma estos programas. Ahora nosotros tenemos más de 300 bancos que benefician a 300 pueblos. Y esto a pesar de que toda la zona es musulmana y que cristianos católicos somos menos del 1%.  Esto es un servicio a toda la población. También tenemos centros de refuerzo escolar secundario y un internado de secundaria para muchachos que viven en el campo y estudian en la ciudad. Son lugares de encuentro de diferentes cultos, de diferentes pueblos, de diferentes formas de hablar. La misión de la Iglesia es esto.

¿El gobierno deja trabajar tranquilamente a la Iglesia?

Sí, y reconocen la labor de la Iglesia Católica porque es lo que funciona. Donde la Iglesia invierte, eso funciona. Antes de venir, el Presidente estuvo en Mongo, donde se reunió con los “notables” y con los líderes religiosos. Cuando fueron los representantes de las 3 religiones, tanto los musulmanes como los protestantes se limitaron a exponer sus problemas y una serie de peticiones de ayuda. Cuando hablaron los católicos, representados por laicos, presentaron lo que hace la Iglesia (las bancas de cereales, las escuelas, los dispensarios, Fe y Alegría) y dijeron que estarían felices si el gobierno los apoyaba. Al final, el presidente eligió lo que nosotros hacíamos pues creía que lo que hacíamos era lo que se necesitaba.

¿Y esto no genera problemas con las otras religiones?

Nosotros somos parte del paisaje. Hemos vivido de todo con ellos. Cuando tomaron Mongo 3 días, estuvimos con ellos. Para ellos nosotros somos parte de su vida. Muchas de las cosas que suponen el crecimiento del Chad, se lo deben a las actividades de la Iglesia Católica, siendo un grupo minoritario. Ahora, tampoco es que estemos haciendo cosas porque busquemos algo. Las hacemos porque es nuestra labor y el beneficio es para diferentes personas.

¿Esto ha ocasionado que más gente se convierta al Catolicismo?

No. El Islam es una religión social. Todos rezan públicamente, todos celebran el Ramadán, todos celebran el nacimiento del profeta. Eso alguna vez lo vivimos acá. No con esa fuerza, pero era una práctica social, por ejemplo, en Semana Santa. Allá todos los días a las 4 de la mañana se despiertan para la oración. Es algo que está marcado.

17 años allá y ahora te espera otro tipo de calor.

Si, como dices es otro tipo de calor. El Chad es seco. Normalmente tenemos 45 grados, aunque hemos llegado incluso a 48. En Jaén es húmedo. Igual me voy a tener que acostumbrar. 

¿Cómo te tomó este anuncio?

Ha sido un renunciar. Allá no solo aprendí la lengua, sino que me siento identificado con la vida de la gente, con sus aspiraciones, y con este proceso que están viviendo de hacer nación. En los últimos años estuve como delegado diocesano para la Oficina Nacional del Encuentro entre Cristianos y Musulmanes. Esta era mi primera responsabilidad. Era una labor de formación cristiana. Tenía que ser puente ante posibles conflictos que pudieran surgir entre ellos, tenía que estar en contacto con las autoridades musulmanas y hacer conocer a los jóvenes musulmanes lo que es el cristianismo. Entonces sí, me cuesta trabajo tener que renunciar, además porque hay poca gente que está interesada en esto. 

¿Alguna semejanza entre el Chad y Jaén? Salvando la distancia entre país y región. 

La problemática es más o menos la misma, solo que se vive en contextos y realidades diferentes. Allá estamos con todo este problema de la modernidad que se va imponiendo y que va haciendo que se pierdan los referentes culturales. El país está creciendo, con una sociedad agrícola muy fuerte. Y, por otro lado, tienes a la corrupción. Entonces hay semejanzas. Claro que acá todo esto se va volviendo algo obsceno, muy burdo, no hay disimulo, lo que para mí es terrible. Imagínate una labor pastoral en una zona donde la corrupción campea ¿de qué les hablas? ¿qué discurso usas? ¿les dices palabras bonitas o qué tienes que decirles? ¿a qué les invitas?

¿Cuál tendría que ser el papel de la Iglesia ante eso?

Es un problema grave y hay que ver qué se puede hacer. Hay que acompañar. No se trata de señalar o de acusar. Primero hay que entender.