Creo que nos hemos acostumbrado al estilo del Papa Francisco. Al final de este año no queda más que agradecer a Dios ese soplo del Espíritu en la Iglesia, y no solo. El Papa Francisco en sencillez de acción y palabra, ha sido artífice de no pocos acontecimientos que empiezan a ser historia.

Pero, ¿Cómo describir su estilo, o como sentir el espíritu mismo de Francisco? Usando sus propias palabras, lo que hace él “viene del Evangelio”. Verdad tan profunda como las raíces evangélicas de su misión. Por ello, usando uno de los términos que él mismo sacó del viejo baúl del vocabulario bíblico en octubre de este año, podemos caer en la cuenta que su estilo, su espíritu, su modus operandi de transmitir el Evangelio, es una parresía que se encuentra allí mismo, en las páginas de la Sagrada Escritura. Y veamos porqué. 

Según el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra Parresía significa: “Figura que consiste en aparentar que se habla audaz y libremente al decir cosas, ofensivas al parecer, y en realidad gratas o halagüeñas para aquel a quien se le dicen”. Sin embargo, con el origen griego de la misma y las motivaciones que nos llevan a analizarla, podemos llegar a buen puerto si nos detenemos en los pasajes bíblicos donde se presenta. En ellos encontramos, con diferentes matices en el mundo judeo-cristiano y heleno: Confianza, coraje, franqueza, claridad, hablar con toda libertad, denuedo, sin temor, osadía, valentía, firmeza,… 

Así, παρρησια (parresía) aparece 40 veces en el Nuevo Testamento y 12 veces en el Antiguo (si tomamos como referencia la versión griega de la Biblia Hebrea, llamada la Septuaginta o LXX: Lv 26:13; Pr 13:5; Pr 1:20; Eclo 25:25; Sab 5:1…). Es decir, su alcance interpretativo se representa mejor en el mundo cristiano y particularmente con Jesús, quien, según los Evangelios, actúa con parresía 4 veces: 

 
1) Al anunciar la suerte que le tocará pasar llegando a Jerusalén: “les decía estas palabras con toda claridad” (Mc 8:32).
 
2) Cuando anuncia “con franqueza” la muerte de su amigo Lázaro (Jn 11:14).
 
3) Al advertir a sus discípulos que el tiempo del Reino está cerca: “Viene el tiempo en que les hablaré claramente sobre mi Padre” (Jn 16:25.29)
 
4) Finalmente, al enfrentarse al Sumo Sacerdote, a puertas de su crucifixión: “Yo he hablado al mundo abiertamente” (Jn 18:20).  
 

Cuatro momentos significativos en la vida Jesús. Cuatro momentos claves en su misión de predicar, sanar, anunciar y salvar. La parresía es signo del Espíritu en Jesús, y por tanto del cristianismo. No siempre la reacción ha sido la mejor, menos aun viniendo de sus propios discípulos: la reacción de Pedro capaz de reprender al maestro (Mc 8:32) o el miedo de sus discípulos (Jn 7:13) al reconocer esta característica de su autoridad (Jn 7:26). Sin embargo, su constante apelo, implícito o explicito, será el de pedirle a Jesús, reconociendo su identidad, que no deje de actuar con autoridad: “Si tú eres Cristo, dínoslo con toda claridad” (Jn 10:24).  

La historia primaria del cristianismo también está marcada por esta característica, como no podía ser de otra manera. Así, Pedro se dirige con parresía a la primera comunidad reunida en el cenáculo, esperando el resucitado (Hch 2:29). También su coraje junto a Juan, ante el Consejo de los sacerdotes (Hch 4:13). Y al momento de orar, la primera comunidad no deja atrás este deseo: “Que tus siervos hablen con toda franqueza”. Y Dios se lo concedió (Hch. 4:29.31; 9:28). 

Llegamos a Pablo, hebreo y ciudadano greco-romano, personaje del Nuevo Testamento a quien se aplica con mayor frecuencia este término en su predicación: Luego de su encuentro con Jesús, predicó su palabra con valor (Hch 9:27; 13:46; 14:3; 19:8; 26:26), al igual que las personas que él iba conquistando para Dios (Hch 18:26). También anima así a los destinatarios de sus cartas, que vale la pena citar y sentir: “Mucha es mi confianza en Uds.” (2 Cor 7:4); “animados con esta esperanza procedemos con toda franqueza” (2 Cor 3:12); “Jesucristo nuestro Señor, en quien tenemos libertad y acceso a Dios con confianza” (Ef 3:12); “con toda confianza, aun ahora, como siempre, Cristo será exaltado en mi cuerpo, ya sea por vida o por muerte” (Flp 1:20).  

Del Antiguo Testamento a Pablo, el vivir con parresía nunca ha estado libre de dificultades:“tuvimos el valor, confiados (eparresiasametha) en nuestro Dios, de hablarles el Evangelio de Dios en medio de mucha oposición” (1 Tim 2:2). Sin embargo, Jesús jamás renunció a esta actitud, más aun en los momentos claves, como hemos señalado. La fe que se predica, sana, se anuncia y que salva, es la fe en Cristo que nos propone hoy como ayer, a hablar con libertad, a denunciar con franqueza, a vivir confiados, porque es él quien dirige los destinos de la Iglesia. Él es experto en salvar la barca en vientos movidos, incluso contrarios. 

Podemos desearle al Papa Francisco, confiados y sin temor, un 2015 lleno de la presencia de Dios en los rumbos renovadores de la Iglesia, tomando para él las palabras del apóstol Pablo:“y oren por mí, para que me sea dada el don de palabra al abrir mi boca, a fin de dar a conocer sin temor (παρρησια) el misterio del Evangelio” (Ef 6:19).

P. Juan Bytton, SJ. Texto publicado en palabraencarnada.blogspot.com