Con motivo de los 450 años de la llegada de los jesuitas al Perú, en la Parroquia Nuestra Señora de Fátima se viene desarrollando un Ciclo de Conferencias que abarca diversos aspectos de este acontecimiento, desde la perspectiva histórica y teológica hasta los aportes de la Compañía a nuestro país en diversos campos, como también los retos para sacerdotes y laicos ignacianos en el contexto actual.

Precisamente, sobre las fronteras y desafíos de la labor de los jesuitas en el Perú trató la charla que el Superior Provincial, P. Juan Carlos Morante SJ, ofreció el lunes 29 de octubre. El título era muy sugestivo y suscitó una interesante interacción con el público asistente. Con el fin de que el Provincial amplíe algunos conceptos que ayuden a entender mejor la labor del laico ignaciano, la Parroquia lo entrevistó al término de su presentación.

¿Por qué hablamos de fronteras apostólicas 450 años después de la llegada de los jesuitas al Perú?

Como dije en mi charla, las fronteras son aquellos límites donde estamos ahora y que debemos traspasar para ir más allá de donde ya nos hemos acostumbrado a estar y donde nos resulta cómodo permanecer.

¿Y cuáles son esas nuevas fronteras a las que debemos llegar?

Son lugares y personas donde tenemos que llegar como Iglesia, para hacerles conocer más y mejor el evangelio de Jesucristo. Por ejemplo, a esos pueblos lejanos, pueblos que no han podido aún conocer, vivir la fe, a los pueblos originarios, a la Amazonía. Pero también en nuestras ciudades. Tenemos que saber llegar a aquellas situaciones en las cuales hay pobreza extrema, personas maltratadas o que sufren injusticia y exclusión, llegar a los migrantes, a los refugiados, a aquellas personas que se desplazan de un país a otro buscando bienestar, progreso, esperanza. A todas esas personas hay que anunciarles la presencia de Jesús. Tenemos que llegar a todas ellas, ir más allá de nuestras cómodas paredes para llevarles el mensaje de la iglesia.

¿Son fronteras que nos imponemos nosotros mismos?

Así es, muchas veces nosotros nos ponemos esas fronteras por seguridad, por comodidad y bienestar. Todos tendemos un poco a eso. Entonces el llamado es a romper esas falsas seguridades o bienestar, para ir más allá, para llegar al prójimo. Esos son los desafíos que tenemos por delante una vez que reconocemos las fronteras que aún nos arrinconan.

Esos desafíos ¿son similares para los sacerdotes jesuitas y para los laicos que siguen la espiritualidad ignaciana?

La espiritualidad ignaciana nos lleva a buscar siempre el “magis”, el más, es decir qué más puedo hacer, o dónde más pueda ayudar, o dónde puedo servir mejor. Son palabras que usa Ignacio en los Ejercicios Espirituales y en las Constituciones de la Compañía; entonces, ese es un llamado permanente, válido también ahora: dónde podemos servir más o ayudar mejor. En nuestro país por ejemplo, la lucha contra la corrupción, es decir cómo construir un país donde haya más ética, donde la función pública recupere su valor. Luego también en el respeto a las personas, a su dignidad, lo que tiene que ver con la justicia, con la lucha contra la violencia, la lucha contra la violencia hacia las mujeres. Vemos ahora tanta violencia en los hogares. Entonces tenemos que preguntarnos dónde más, qué más tenemos que hacer. Creo que esa es una pregunta que un ignaciano debe tenerla presente constantemente.

Una riqueza de la espiritualidad ignaciana es que nos llama a actuar allí donde desarrollamos nuestra función, es decir ¿no es necesario tener un cargo público o algo de notoriedad para ponernos en acción?

Efectivamente, comencemos por el hogar, que es un lugar privilegiado de evangelización porque es en el hogar donde aprendemos cosas fundamentales de nuestra vida, empezando por vivir como seres humanos, es allí donde aprendemos lo que es el respeto, el perdón, la solidaridad; aprendemos lo que es la justicia, todos estos valores fundamentales los aprendemos en el hogar.

Pero lamentablemente no siempre es así… ¿qué mensaje le daría a aquellos que luchan por cambiar su situación?

Tenemos que preguntarnos si de verdad nuestros hogares son escuelas de valores o no, y revisar y evaluar constantemente nuestra vida en el hogar para tratar de mejorarla, porque es de allí de donde van a surgir los futuros responsables del país: los alcaldes, los gobernadores, los presidentes, los jueces. Por lo tanto, el hogar es un campo importantísimo de evangelización. Luego está también el mundo del trabajo, de la vida económica, el mundo de la cultura, de la política. Hay un campo enorme de evangelización donde los laicos son los llamados a aportar directamente con su propio testimonio, con su vida de fe.

PRÓXIMA CHARLA: LUNES 5 DE NOVIEMBRE, 7.30 P.M. SANTOS VARONES ILUSTRES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS. P. BENJAMÍN CRESPO SJ.

(Oficina de Comunicaciones de la Parroquia Nuestra Señora de Fátima).