Cuando Ignacio de Loyola inicia su camino de conversión personal no tarda en darse cuenta de la importancia de guardar memoria de lo que va experimentando: movimientos espirituales, momentos de consolación, luz, paz y alegría interna; pero también momentos de desolación, de oscuridad y turbación. Y todo aquello que va sintiendo, lo va anotando. Ignacio sigue atentamente, casi de manera científica, lo que ocurre en su interior.
Es así como Ignacio de Loyola descubre su talante místico. Pero, además, Ignacio se convence pronto de que su itinerario espiritual podía ser provechoso para otros “peregrinos” en la fe como él. Ignacio cree firmemente que todos somos capaces de vivir un encuentro personal con Dios. Y así, sin saberlo, va poniendo las bases de lo que luego conoceremos como “Espiritualidad Ignaciana”.
La Espiritualidad Ignaciana es una manera de vivir la fe cristiana, un estilo de vida, que busca reconocer la presencia de Dios en la historia personal, discerniendo constantemente la voluntad del Creador para la vida concreta de cada “creatura”. Sus fuentes de inspiración son los textos de Ignacio, su Autobiografía, su Diario Espiritual, sus cartas… pero de manera particular sus Ejercicios Espirituales.
La Espiritualidad Ignaciana es la mejor herencia que Ignacio ha dejado a los jesuitas. Es en realidad un tesoro de la Iglesia, abierto a todos aquellos que quieran “dejarse afectar” por la acción Dios, a aquellos que se sientan invitados a “conocer a Jesús para más amarle y seguirle”. Da testimonio de ello la historia de hombres y mujeres que han vivido su propio camino espiritual inspirados por Ignacio.
En este mundo lleno de ofertas y promociones, la Espiritualidad Ignaciana constituye nuestra propuesta espiritual para la mujer y el hombre de hoy. Tú también estás invitado o invitada a descubrirla.
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