Como suele hacer el Papa cuando visita algún país, en Lima también sostuvo un encuentro privado con sus hermanos de la Compañía de Jesús. En esta entrevista, el P. Carlos Cardó SJ, párroco de Nuestra Señora de Fátima, nos cuenta algunos detalles de esa reunión realizada el viernes 19 en la Iglesia de San Pedro, en el Centro de Lima.

 

¿Cómo fue esa reunión?
En realidad, se trató de una visita de carácter familiar a sus hermanos jesuitas: los hermanos se encuentran. No tiene carácter protocolar, exhortativo o docente. Es principalmente un encuentro cálido, afectuoso y humano. No trae un tema preparado o un discurso.
¿Cuál fue la dinámica, entonces?
Pidió que le planteáramos algunas preguntas y naturalmente buscamos algo que como jesuitas, nos aliente, nos cohesione y nos anime. Que nos aliente, porque sufrimos la disminución numérica de vocaciones y personal, que torna difícil el sostenimiento de tantas obras que llevamos en el país, y no es agradable constatar que es un grupo que envejece.
El Papa es muy consciente de eso y nos habló de la superación de la crisis apostando por esos valores perennes que han sostenido a la Compañía a lo largo de los siglos, atravesando crisis muchísimo más peligrosas y difíciles. Hizo referencia concretamente al ejemplo del P. Ricci, General de la Compañía cuando ésta fue suprimida por el Papa y él fue apresado en las cárceles del Vaticano.
Y respecto a la cohesión y animación, ¿qué les dijo?
En cuanto a la cohesión, habló de algo muy querido para él, que es la unión en la diversidad, el mutuo respeto, la aceptación y utilización provechosa de las diferencias en vez de generar enfrentamientos y conflictos.
Y el impulso apostólico responde directamente a la pregunta ¿qué espera el Papa de los jesuitas? Y directamente nos lo dijo: Vaticano II.
Y eso ¿por qué?
Porque él es consciente de que se ha ido dando en muchos, amplios sectores de la iglesia universal una desactivación del impulso renovador del Vaticano II en la iglesia debido a la búsqueda de esa falsa seguridad que ancla a las personas y a las instituciones en el pasado. Habló de las actitudes defensivas que tornan difícil el trabajo de la Compañía, y su propio trabajo como Pontífice, para renovar las instituciones, haciéndonos ver por ejemplo que se sigue pugnando por mantener esquemas evangelizadores moralistas, legalistas que no buscan el aliento del amor cristiano sino la definición de lo que se puede hacer y lo que no se debe hacer, cuando el evangelio es mucho más que eso.
Nos habló también de la necesidad de profundizar y difundir la conciencia de pueblo cristiano, de pueblo creyente, de pueblo de Dios que es fundamental en Lumen Gentium, en Eclesiam Suam y en todos los decretos del Concilio Vaticano II.
¿Qué conlleva esa conciencia de pueblo de Dios?
En palabras del Papa, se apuesta por una iglesia que cree y confía en la infalibilidad de la fe del pueblo cristiano, que por consiguiente hace que los laicos asuman verdaderamente funciones importantes dentro de la iglesia para que deje de ser clericalista. Señaló que aún hay demasiado clericalismo y que los jesuitas estamos llamados a promover un laicado competente que asuma el protagonismo que le corresponde dentro de la iglesia.
Habló también de mantener viva la opción por los pobres porque no es ideológica, ya que los pobres ocupan indudablemente un lugar central en el evangelio.
Y finalmente nos pidió que seamos maestros de discernimiento, que ayudemos a las personas, en especial a quienes tienen responsabilidades, a leer los signos de los acontecimientos y de la historia, a saber tomar decisiones inspiradas en los valores del evangelio y a buscar los mejores medios para transformar en la paz y la justicia una realidad como la nuestra que es conflictiva.
Todo eso tiene que ver también con el compromiso de los laicos frente al país. En ese sentido ¿hubo alguna alusión a la difícil situación que vive el Perú?
El Papa, como es natural –y es algo que se debe valorar–, evita tratar asuntos internos de los países que visita. Sin embargo, de manera muy acertada y ponderada, trató el tema de la reconciliación, haciendo ver que es un concepto profundamente cristiano, bíblico y humano, que no se da sin justicia y tiene enormes exigencias, pero que es fácilmente manipulable en el campo político. Dijo que no es solo un concepto manipulado, sino un concepto ‘quemado’. “Hemos quemado ese término”, recalcó. Y nos instó a elegir alguna otra palabra que englobe mejor lo que se quiere: esperanza, solidaridad, justicia, equidad… Y también nos dijo que la Compañía tiene que estar atenta a este tipo de realidades conflictivas que se producen en el campo político internacional, porque este asunto de la reconciliación se da en varios países de la región.
Y hablando de temas conflictivos, uno que además es doloroso y muy conflictivo, es el de los abusos sexuales dentro de la iglesia. Muchos esperaban que el Papa tuviera una alusión más directa, ¿se habló de este tema?
Sí, pero brevemente porque nos remitió a su discurso en Chile donde, según él, está de manera muy precisa, muy directa y clara todo su pensamiento al respecto. Hay que leer ese documento que ha sido elaborado con sumo cuidado y expresa con claridad la postura actual de este Papa respecto a este problema gravísimo de la iglesia que, para el Santo Padre es “vergüenza de la iglesia”, vergüenza nuestra. Porque ya no se trata de que hay uno o dos casos, o de recurrir a las estadísticas para defendernos, porque bastaría un solo caso para lamentarlo y movilizar nuestras fuerzas, sino que mucha gente habla de la iglesia católica como iglesia de pedófilos y como si todos los curas fuéramos pedófilos y eso nos avergüenza profundamente.
En suma, ¿cuáles serían las tareas que el Papa espera de la provincia peruana de la Compañía de Jesús?
En línea con lo dicho por el Santo Padre acerca de lo que debe dinamizar nuestra labor en la Iglesia, pienso que es fundamental que la Compañía siga ofreciendo un servicio evangelizador instruido, que cuide la calidad de la predicación, de la enseñanza y de todas las obras que realizamos. El pueblo peruano lo exige cada vez más. Asimismo, la Compañía debe esforzarse por contribuir a la renovación de las instituciones y de los grupos católicos, para que asuman los desafíos de la interculturalidad, del diálogo con los no creyentes y los miembros de otras confesiones, del cuidado del planeta y de la defensa de los derechos y valores culturales propios de los pueblos originarios. La formación de la conciencia ética ciudadana, debe ser una contribución fundamental de la Compañía en la urgente y continua tarea de la moralización nacional.
Fotos: Oficina de Comunicaciones de la Compañía de Jesús – Provincia del Perú