El 14 de noviembre, se celebró un hito importante en el viaje del P. Pedro Arrupe SJ hacia la santidad. La investigación diocesana sobre su vida, virtudes y santidad concluyó oficialmente durante una ceremonia solemne en el Salón de Conciliación del Palacio Apostólico Lateranense, liderado por el Arzobispo Baldassare Reina, vicario del Papa para Roma.  

El P. General Arturo Sosa SJ, el P. Pascual Cebollada SJ, Postulador General de la Compañía de Jesús; junto a otros jesuitas, embajadores y personas con Espiritualidad Ignaciana se reunieron para este evento significativo. 

El Postulador General, P. Pascual Cebollada SJ, hizo un juramento solemne, marcando el final de esta fase y el trabajo del Tribunal estaba sellado en cera, listo para los próximos pasos en el Dicasterio para las Causas de los Santos. 

El Arzobispo Reina destacó la profunda espiritualidad del Padre Arrupe, el fiel servicio como Superior General, el compromiso con la justicia y la creación del Servicio Jesuita para Refugiados. Incluso con mala salud, Arrupe inspiró a su alrededor.  

El P. General Arturo Sosa SJ expresó gratitud, diciendo: «Estamos orgullosos de ofrecer su vida como modelo y faro de luz”.

Sobre el Padre Arrupe

Nacido en Bilbao (España), el 14 de noviembre de 1907, Pedro Arrupe se convirtió en el 28º Superior General de la Compañía de Jesús y uno de los jesuitas más notables del siglo XX. Estudiante entusiasta con inagotable sed de conocimiento, Arrupe estudió medicina antes de que su experiencia espiritual lo mueva, en 1927, a entrar en la Compañía de Jesús.

En 1938 Arrupe fue enviado a Japón, donde fue testigo presencial de los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Ejerció su ministerio en Hiroshima, el 6 de agosto de 1945, cuando la ciudad fue destruida por la bomba atómica. En esa ocasión Arrupe utilizó su formación médica para tratar, entre las ruinas de la ciudad, a las víctimas del bombardeo. Esta experiencia le cambió para siempre y dio origen a un General conocido sobre todo como promotor de la paz, la justicia y la compasión ante el sufrimiento. En 1958, Arrupe fue nombrado primer Provincial de los jesuitas de Japón, donde continuó sirviendo a los demás hasta su elección como Superior General de la Compañía de Jesús, el 22 de mayo de 1965.

Menos de 7 meses después, el 8 de diciembre de 1965, terminaba el Concilio Vaticano II y el P. General Pedro Arrupe tuvo ocasión de poner en práctica lo experimentado en sus 27 años en Japón y conducir la Compañía a través de los cambios que había implantado el Concilio. El P. Arrupe edificó su liderazgo sobre una “fe que crea la justicia” a la vez que impulsó a la Compañía a que se comprometa muy de cerca con los pobres y los marginados, no sólo a nivel académico, sino en la práctica, poniendo manos a la obra en medio de aquellos grupos sociales a los que envió a la Compañía para que preste su servicio. Bajo el mandato de Arrupe, los jesuitas fueron animados a participar en el discurso sociopolítico, a trabajar en proyectos educativos y de atención social, a defender los derechos humanos y la justicia social, y a dirigir su mirada más allá de la pequeña parcela de mundo de cada uno. Pero, con todo, aun siendo quien pilotaba la Compañía en medio de los cambios del Vaticano II hacia la modernidad, continuaba siendo un siervo sencillo, orante, obediente y humilde de la Iglesia.

El 7 de agosto de 1981, Arrupe sufre un derrame cerebral cuando regresaba a Roma tras una visita a Filipinas. La apoplejía le dejó parcialmente paralizado y casi mudo. En 1983, se convirtió en el primer Superior General de la Compañía de Jesús en dimitir, y falleció el 5 de febrero de 1991.

El eco de su legado resuena en todo el mundo. Desde la creación del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) hasta su mantra de una “fe que crea la justicia”, pasando por la opción preferencial por los pobres, la huella de Arrupe en la Compañía de todo el mundo y en la propia Iglesia se deja oír hasta hoy. Su vida es un ejemplo no sólo de servicio y compasión, sino de humildad y profunda fe ante las necesidades del Pueblo de Dios.