Bajo el lema «Somos agua, somos vida, somos esperanza», la ciudad amazónica de Iquitos se convirtió en sede de un encuentro vital para la defensa de los ríos y la dignidad de los pueblos: la Cumbre Amazónica del Agua, celebrada del 1 al 3 de octubre.

Este encuentro, impulsado por el Vicariato Apostólico de Iquitos, reunió a aproximadamente 400 delegados de diversas comunidades, incluyendo pueblos indígenas, comunidades campesinas, organizaciones sociales, líderes religiosos y representantes de la sociedad civil, provenientes de 10 países y 14 regiones del Perú. Fue un evento cargado de simbolismo y compromiso en la defensa de los ríos amazónicos, bajo el liderazgo de la iglesia católica.

Entre los jesuitas que participaron se encontraban el Cardenal Pedro Barreto SJ, presidente de la Conferencia Eclesial de la Amazonía – CEAMA; Mons. Alfredo Vizcarra SJ, Arzobispo de Trujillo y Administrador Apostólico de Jaén; el P. Fernando López SJ, del equipo itinerante jesuita de la Amazonía; el P. Sandoval Alves Rocha SJ, Superior jesuita de Manaos (Brasil); y el P. Fernando Roca SJ, asesor de la CEAMA, quien tuvo una ponencia sobre formas de conectividad en la Amazonía.

En un ambiente de interculturalidad y solidaridad, los participantes se unieron en un poderoso llamado por el derecho al agua, inspirados en las enseñanzas de Jesús como fuente de agua viva y guiados por documentos papales como Querida Amazonía, Laudato Si y Laudate Deum. Se discutieron problemas como la minería, la deforestación y la creciente contaminación, también celebraron la resistencia de los pueblos indígenas y las comunidades de fe que defienden la vida. Se destacó la paradoja de la falta de agua potable en una Amazonía rica en agua dulce. 

Mons. Carlos Castillo, Arzobispo de Lima, sostuvo que hay un clamor humano que cada día crece más, destacó el testimonio de una lideresa indígena sobre el envenenamiento sistemático que sufren las poblaciones a causa del derrame de petróleo, afirmando que esto es parte de una política internacional. 

Durante la cumbre, se presentaron testimonios conmovedores sobre el impacto de la contaminación en los ríos, con especial énfasis en la participación de mujeres afectadas por la contaminación de sus fuentes de agua y territorios. Los asistentes reafirmaron que el agua es un don sagrado y se comprometieron a protegerla para garantizar la supervivencia de los ecosistemas amazónicos y de todos sus habitantes, tanto humanos como no humanos. A lo largo del encuentro, resonó el clamor del agua que fluye por los ríos amazónicos, recordándonos constantemente la interconexión entre los pueblos y la urgente necesidad de actuar para preservar este recurso vital.

El Cardenal Pedro Barreto subrayó que la Iglesia católica siempre ha sido una defensora de la creación de Dios. “Desde hace 11 años trabajamos en una red eclesial panamazónica. Contamos con una Conferencia Eclesial que incluye a los nueve países amazónicos. Hay un esfuerzo conjunto de la Iglesia para articular no solo en los ámbitos estrictamente eclesiales, sino también con el sector empresarial y el sector social”.

Declaración por el derecho al agua

En un momento de unión y esperanza, los asistentes se comprometieron a seguir luchando por el acceso al agua potable y a colaborar en la protección de los bosques y ríos de la Amazonía para las futuras generaciones, concluyendo con la Declaración por el derecho al agua.

La declaratoria denuncia la crisis ambiental y social que amenaza la vida y el equilibrio territorial, destacando problemas como la minería, explotación petrolera, narcotráfico y extractivismo, que incrementan la contaminación y el cambio climático. La indiferencia gubernamental y políticas destructivas agravan la situación, vinculándose al crimen organizado. Los defensores del agua enfrentan asesinatos, mientras las comunidades sufren conflictos y deterioro social por el mal uso del agua. La falta de apoyo a actividades sostenibles perpetúa la desigualdad, afectando a mujeres, pueblos indígenas y comunidades rurales. Es esencial escuchar estas voces y actuar para proteger los territorios y asegurar un futuro justo.

La lucha por el agua y el medio ambiente es fundamental en un contexto de crisis. Defensores de los recursos naturales resaltan la importancia de proteger el entorno, destacando el derecho de ríos y lagos a fluir sin contaminación, alineado con cosmovisiones indígenas en las cuales el agua tiene un lugar central. La juventud y las y los laicos comprometidos son clave en esta resistencia, promoviendo la justicia ecológica y recordando la responsabilidad colectiva en la protección ambiental. Las prácticas sostenibles de las comunidades ofrecen modelos transformadores, formando un movimiento por un mundo más justo y sostenible, donde la lucha por el agua representa la lucha por la vida.

(Con información de Vatican News