Al conmemorarse los 10 años de la entrega al pueblo peruano del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, que investigó el conflicto armado interno entre los años 1980 y 2000, reproducimos el comunicado de los Jesuitas del Perú hecho público en aquel momento por el entonces P. Provincial, Ernesto Cavassa SJ.

LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN EL PERÚ ANTE EL INFORME DE LA COMISIÓN DE LA VERDAD Y RECONCILIACIÓN

A nuestros colaboradores religiosos y laicos, asociaciones laicales vinculadas a la Compañía (Apostolado de la Oración, Asociación de Antiguos Alumnos, Comunidades de Vida Cristiana), Red Apostólica Ignaciana, congregaciones religiosas, bienhechores, familiares y amigos todos:

1.- Es misión constitutiva de la Compañía de Jesús promover la reconciliación. Según la Formula Instituti la Compañía se funda, entre otros fines, para “reconciliar a los desavenidos”. Por ello, en esta fiesta titular de la Compañía y consagrada por el Sumo Pontífice a celebrar la Jornada Mundial de la Paz queremos decir nuestra palabra como “servidores de la misión de Cristo” en el Perú sobre un hecho que ha marcado al país: el trabajo de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación y su informe final presentado el 28 de agosto pasado.

2.- Deseamos expresar nuestra gratitud a todos los miembros de la CVR y a sus colaboradores por el ingente esfuerzo realizado, en una misión que le encomendó el Estado, para revelarnos aspectos vitales de la realidad de nuestra patria que, por dolorosos, muchos prefieren ignorar o rechazar. Valoramos en particular la metodología empleada que permitió no sólo la participación de destacados especialistas sino de las mismas víctimas y familiares, muchos de ellos campesinos quechuahablantes o nativos indígenas quienes, a través de las audiencias públicas, nos han hecho sentir su voz.

3.- El informe nos muestra “la tragedia que sufrieron las poblaciones del Perú rural, andino y selvático, quechua y asháninka, campesino, pobre y poco educado” expresada en un número de víctimas mucho mayor al que temíamos y grados de violencia que nunca imaginamos. Pero, peor aún, el informe nos expresa también que esa tragedia “no fue sentida ni asumida como propia por el resto del país; ello delata, a juicio de la CVR, el velado racismo y las actitudes de desprecio subsistentes en la sociedad peruana a casi dos siglos de nacida la República”. La conclusión es clara: la superación de las condiciones que nos llevaron a tales niveles de violencia sólo podrá alcanzarse cuando corrijamos radicalmente nuestras actitudes y comportamientos racistas y etnocéntricos.

4.- La CVR atribuye, con toda razón, la principal responsabilidad de este período de vergüenza nacional a los grupos terroristas que iniciaron la guerra. Lamentablemente, el Estado no estuvo a la altura de la dignidad de las personas que dice defender. Por ello, es importante recordar la palabra del Papa en su mensaje del día de hoy: “La lucha contra el terrorismo no puede reducirse sólo a operaciones represivas y punitivas. Es esencial que incluso el recurso necesario a la fuerza vaya acompañado por un análisis lúcido y decidido de los motivos subyacentes a los ataques terroristas. Al mismo tiempo, la lucha contra el terrorismo debe realizarse también en el plano político y pedagógico: por un lado, evitando las causas que originan las situaciones de injusticia de las cuales surgen a menudo los móviles de los actos más desesperados y sanguinarios; por otro, insistiendo en una educación inspirada en el respeto a la vida humana en todas las circunstancias” (Un compromiso siempre actual: educar para la paz, 1º de enero de 2004, n. 8).

5.- La CVR reconoce el importante papel de “acompañamiento y protección de los peruanos golpeados por la violencia” desempeñado por las Iglesias. Nuestra presencia en la sierra central y en otros lugares vulnerables del país nos hizo actores y testigos de privilegio de estas acciones eclesiales. Sin embargo, la Iglesia -y nosotros con ella- admite que no hizo todo lo que estuvo a su alcance. Por ello nos unimos a nuestros obispos, en su reciente comunicado, para “pedir perdón por nuestros pecados de obra y omisión que permitieron y encubrieron la violación de los más elementales derechos humanos. Pedir perdón también por la corrupción pública o privada, el afán de lucro, las estructuras sociales injustas, la indiferencia, la marginación y el olvido de tantos hermanos y hermanas, de manera especial de los más pobres del Perú”. A la vez, consideramos con ellos que no hay perdón sin conversión y que ella nos debe llevar a “una reconciliación basada en la verdad y la justicia”. Reconciliación que significa “reforma institucional, conversión personal, deshacer las murallas de la marginación, del racismo solapado, de la desigualdad, de la injusticia” (Preparemos el camino del Señor, Lima, 13 de diciembre del 2003, nn 7 y 16).

6.- Las conclusiones del informe nos llevan a cuatro compromisos concretos:

a.- Una mayor coherencia con nuestra misión de buscar y hallar la reconciliación basada en la paz y la justicia. En tal sentido, todas nuestras obras apostólicas (sociales, pastorales, educativas, culturales, académicas, y comunicacionales) deben reflexionar sobre el Informe de la CVR de modo crítico e institucionalmente y readecuar sus idearios y proyectos apostólicos en función de las conclusiones que de él dimanan. Así mismo, deben plantearse acciones de apoyo exigidas por la solidaridad cristiana a las regiones más afectadas por la violencia.

b.- Desarrollar una educación promotora de “una cultura de paz y solidaridad”. Nuestras plataformas educativas deben recoger el Informe e implementar currículas y programas educativos en todos los niveles de modo tal que favorezcan el conocimiento de las diferentes realidades del país, el diálogo intercultural y la transmisión de valores éticos y ciudadanos para una auténtica convivencia democrática.

c.- Como servidores de la fe en un pueblo de rica vivencia religiosa queremos continuar anunciando la palabra de Dios y celebrando los sacramentos de la reconciliación que Dios ha confiado a su Iglesia. En la medida de lo posible, desde nuestras obras pastorales deseamos acompañar a la víctimas de la violencia y a sus familiares. Al mismo tiempo, deseamos ofrecer nuestras casas y obras al servicio de una acción eclesial de conjunto que promueva una mayor presencia de la Iglesia en las zonas afectadas.

d.- Esta misión también atañe a la calidad de nuestra vida religiosa, personal y comunitaria. Sólo seremos signos de un Perú nuevo si nuestras comunidades y obras se fortalecen como espacios de convivencia y diálogo de diferentes procedencias étnicas, de distintos sectores sociales y de diversas raíces culturales en la realización de una misma misión: “el servicio de la fe, la promoción de la justicia, la proclamación inculturada del evangelio y el diálogo interreligioso” (Congregación General 34, doc. 2).

7.- Finalmente, estos compromisos no lo podemos desarrollar solos. Por ello, queridos amigos, esta comunicación es también y al mismo tiempo una convocatoria. Un llamado a todos ustedes a colaborar juntos en esta misión y, sobre todo, a renovar nuestra esperanza en la construcción de un país nuevo que, como decía José María Arguedas, se encuentra “impaciente por realizarse”. Pidamos al Señor Príncipe de la Paz y a María Madre de los Desamparados que fortalezcan nuestra fe y bendigan nuestra acción con frutos de paz y de justicia.

P. Ernesto Cavassa, SJ

Provincial del Perú

1º de enero de 2004

Fiesta de Santa María Madre de Dios y del Nombre de Jesús