El P. Andrés Díaz de Rábago, misionero jesuita que, a sus 102 años, continúa con su labor evangélica y sanitaria (es también médico) entre los más desfavorecidos de Asia, fue reconocido en Santiago de Compostela como uno de los gallegos del año 2019. El diario gallego El Correo le concedió el premio “por su forma de ser y estar en la vida, por su sentido de la humildad, bondad y fortaleza”.
El acto tuvo lugar en el Palacio de Congresos de Compostela. Fue una fiesta de la sociedad civil gallega, una ceremonia vibrante y emotiva en la que hubo más de 1.500 invitados, representantes de diversos sectores sociales. El P. Díaz de Rábago llegó a Galicia para recibir el premio y aprovechó para estar en su tierra natal con su familia y sus amigos.
Con su simpatía, cercanía y alegría, puso la nota más espontánea y cercana del acto de premiación. En su discurso de agradecimiento, reconoció sentirse un poco pequeño ante la gran valía del resto de galardonados, y quiso dar un consejo a todos los asistentes a la gala, «el que yo me dí a mí mismo hace muchos años y que es algo muy simple, amor».
Nacido en A Pobra do Caramiñal (A Coruña) estudió en el colegio Apóstol Santiago de los jesuitas de Vigo. Su vida ha sido un constante peregrinaje. Estudió en la Facultad de Medicina, y después de varias etapas españolas (Salamanca, Comillas), estuvo en Peiping, Shanghai, Filipinas, Timor Leste, Taipei, donde se encuentra ahora.
El padre Rábago llegó a China en 1947 y fue expulsado en 1952 pocos años después de la llegada del comunismo. Después de pasar por Filipinas y Timor ahora lleva más de 50 años en Taiwán. Optimista, trabajador y con una gran vitalidad, este sacerdote dedica ahora sus días a acompañar a los enfermos, especialmente a otros misioneros, en los hospitales. «La mayoría son más jóvenes que yo», bromea. Su lema es «sonreír a montones» y aunque dice no tener «ningún secreto» para la longevidad, su alegría y profunda fe parecen estar detrás de su larga vida.
“Tengo un amigo jesuita que siempre me dice: «Lo de tu salud no es que sea ni buena ni mala. Es anormal»”, bromea en una entrevista para el portal ABC de España. “Yo creo que acepto la voluntad de Dios en cada momento y eso es lo que me ha dado esta vida que llevo. Secreto ninguno. Pero lo que sí debemos buscar como personas y como cristianos es entregar la vida a los demás. Jesús vino para servir no para ser servido. Hay que preocuparse de los demás, de hacer feliz a los demás. Ese es el secreto de la felicidad. Y eso es justamente lo que no hacemos”, añade.
Cuando le preguntan sobre cómo evangelizar hoy en día, no duda en afirmar que “tenemos que ser misioneros en el lugar donde nos toca estar. No esperar a ir un día a China. Para la mayor parte de la gente eso es imposible. Hay que empezar aquí», declara el jesuita.