El P. Paulo Valencia Valdivia SJ fue nombrado por el P. Provincial Víctor Hugo Miranda SJ como nuevo Superior de la comunidad jesuita en Santa María de Nieva (Condorcanqui, Amazonas) y nuevo coordinador de la Coordinación Apostólica del Alto Marañón. Reemplaza en ambos cargos al P. Carlos Quintana SJ, quien los meses de marzo y abril colabora en el Templo de la Compañía de Jesús en el Cusco, mientras espera nuevo destino.
El P. Valencia nació en Arequipa y es exalumno del Colegio San José. Ingresó a la Compañía de Jesús el 4 de marzo del 2000. Estudió filosofía en la Escuela Superior Antonio Ruiz de Montoya y en la PUCP (2002 – 2006). Sus estudios de teología los hizo en la Pontificia Universidad Católica de Chile (2009 – 2011). Hizo una maestría en teología en el Centro Sèvres de París (2012 – 2014). Fue ordenado sacerdote el 26 de julio de 2013 y profesó sus Últimos votos el 1° de febrero de 2020, incorporándose así definitivamente a la Compañía de Jesús.
El jesuita de 43 años ha sido Coordinador de la Pastoral Juvenil y Vocacional de los Jesuitas del Perú, Espiritual en el Colegio de la Inmaculada de Lima, y formador en el Noviciado Regional San Ignacio en Quito (Ecuador). En el 2021 fue nombrado Superior de la comunidad jesuita de Piura, Coordinador de las Plataformas Apostólicas Regionales Jesuitas de Piura y Chiclayo, así como Representante de la Compañía en el Colegio San Ignacio de Loyola de Piura.
Desde el 1° de abril pasa a formar parte de la misión que realizan los jesuitas y otras congregaciones religiosas en el Alto Marañón, junto a los pueblos Awajún y Wampis, en la zona selva del Vicariato Apostólico San Francisco Javier.
En una breve entrevista, nos comparte su sentir sobre sus recientes nombramientos.
¿Con qué expectativas asumes esta nueva misión en la selva?
En estos últimos dos meses he ido preparando el corazón para crecer en ánimo y generosidad. Mi vocación jesuita me hace vivir desde la confianza de ser enviado por Dios, lo que me permite despertar una actitud disponible para dejarme guiar por Él. Me da ilusión caminar junto a los pueblos Aguajún y Wampis, tengo el deseo de conocer y entrar en sus culturas seriamente, para encontrar el mejor modo de situarnos como Iglesia en ese espacio geográfico. Considero que estamos en un tiempo para repensar el modo de estar y acompañar. Pienso que toca renovar la manera de “ser comunidad” y la forma de gestionar la misión que se nos encomienda. Se hace imperativo reforzar el trabajo de equipo para encarnar, de forma creativa, la llamada a vivir en sinodalidad.
¿Qué significa para ti la Amazonía?
Es mi primer amor. Antes de entrar al Noviciado tuve la oportunidad de visitar la zona, pude conocer el trabajo que se hacía en aquella época; desde ahí me enamoré de la Amazonía. La naturaleza no sólo es atractiva sino atrayente, y la oportunidad de entrar en otras culturas siempre me ha parecido apasionante; es una forma privilegiada para adentrarse en el ser de un Dios siempre mayor.
¿Qué es lo que más valoras de tu paso por Piura y Chiclayo?
La riqueza apostólica que tenemos en el norte del Perú es extraordinaria. Aunque ha sido corto, este último tiempo de misión ha sido maravilloso y me ha costado partir. He tenido el privilegio de formar profundas amistades. Piura y Chiclayo, con toda su gente, me han ayudado a ser una mejor persona y un mejor jesuita. La sabiduría y la experiencia de las personas con las que compartí me han permitido aprender mucho de la vida y de nuestra realidad.
Valoro el ánimo y la alegría norteña, las ganas de hacer bien las cosas, el compromiso social y la fuerte sensibilidad por cuidar y ayudar a los más frágiles y vulnerables. Me voy con nostalgia por aquello que quedó pendiente, pero también agradecido por la gran apertura que han tenido hacia mi persona.