Julio Calderón es un estudiante jesuita de 34 años que vive en la Casa de Primeros Estudios San Pedro Claver y estudia filosofía en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. En esta nota, nos comparte cómo fue su experiencia colaborando durante un mes con la Asociación Jesús Obrero CCAIJO y la Asociación Wayra en Quispicanchi, Cusco.
La Asociación Jesús Obrero – CCAIJO es uno de los centros sociales más antiguos de la Compañía de Jesús en el Perú. Desde 1971 acompaña a la población rural quispicanchina, brindándoles capacitación, soporte técnico y facilitando procesos que conduzcan a su empoderamiento para la mejora de su calidad de vida.
Por su parte, la Asociación Wayra es un centro social de fundación más reciente que tiene la misión de promover y defender los derechos de los niños, niñas y adolescentes. Al igual que el CAAIJO, despliega su accionar en toda la provincia de Quispicanchi e integra la Plataforma Apostólica Regional Jesuita Cusco – Quispicanchi.
“En Wayra apoyaba los lunes y martes, mientras que en el CCAIJO lo hacía los miércoles y jueves”, señala Julio, indicando que antes había visitado los locales principales de ambas obras, pero nunca había presenciado su trabajo con las familias beneficiarias.
En el CCAIJO, cada semana estuvo asignado a un proyecto diferente, de tal manera que pudo conocer varios de ellos, tales como el proyecto de fortalecimiento de mujeres líderes quispicanchinas, el de turismo comunitario y el de cuyeras e invernaderos. “Fueron días de mucho trabajo de campo, estuve en comunidades de Andahuaylillas, estuve en Ccatcca, en Oropeza con el proyecto con mujeres, y en Ocongate por el proyecto de turismo”.
El proyecto de cuyeras e invernaderos le resultó especialmente interesante porque le permitió ser testigo de la confianza y cercanía que existe entre las familias y los profesionales del CCAIJO, quienes les brindan consejos para garantizar la limpieza y mejorar la productividad de estos espacios, que no solo constituyen una fuente de ingresos, sino que contribuyen a su dieta doméstica. Asimismo, Julio tuvo la oportunidad de echar una mano en el trabajo de las familias y aprender a sembrar hortalizas o hacer un injerto de rosas.
En el caso de Wayra, su labor consistió en acompañar a las colaboradoras en la preparación de actividades y ayudarlas principalmente en temas administrativos. Los días lunes y martes no suele haber trabajo de campo en esta obra, así que solo participó de una salida al distrito de Ocongate para un taller de fortalecimiento de identidad de género dirigido a un grupo bastante nutrido de mujeres de diferentes comunidades.
En el distrito de Huaro, el jesuita también pudo conocer los cursos de repostería y cosmetología que se brindan a mujeres y que se enmarcan en una línea de promoción de emprendimientos con la cual Wayra busca ayudar a que las beneficiarias logren su independencia económica y se alejen de situaciones de violencia.
“Me sorprendió cómo Wayra y CCAIJO están en constante cercanía con la realidad de la comunidad. Sus proyectos se enfocan en lo que la comunidad va necesitando y van evolucionando en su forma de cómo responder a ello. Es importante también cómo van integrando a las autoridades de la región”, comenta Julio.
El joven piurano señala sentirse muy consolado por haber sido testigo de la esperanza, el esfuerzo y la alegría de la gente. Valora principalmente que oportunidades como las que ofrecen CCAIJO y Wayra ayuden a mantener a las familias unidas, ya que cuando los emprendimientos funcionan no tienen que buscar fuentes de ingresos lejos del hogar.
“Crecí en el campo. Mi abuelo y mi abuela eran del campo. Me enseñaron cosas del campo, pero experiencias como esta, ya siendo jesuita, me confirman el valor de trabajar con la gente, de codo a codo, con humildad y sencillez. Es más fácil encontrar a Dios allí, en la confianza que estas personas le ponen al campo y en su generosidad, porque te dan todo y tú poco puedes devolver, solo estar y acompañar”.
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