Miguel Alvarado (29) y Sebastián Arévalo (28) son dos estudiantes jesuitas que cursan filosofía en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Entre febrero y marzo estuvieron en Amazonas colaborando con el centro social jesuita SAIPE. En esta nota, nos cuentan cómo fue su experiencia.

En el distrito de Santa María de Nieva, rodeado de un impresionante paisaje amazónico donde destaca el río Marañón, se ubica el Servicio Agropecuario para la Investigación y Promoción Económica (SAIPE), obra que nació del diálogo entre la Compañía de Jesús y líderes Awajún y Wampis para hallar alternativas productivas que contribuyan a la sostenibilidad de sus pueblos.

En el SAIPE, Miguel y Sebastián desempeñaron tareas distintas relacionadas también con sus estudios antes de ingresar a la Compañía. Miguel es bachiller en Administración y se le pidió realizar un inventario de los activos fijos de la institución. Sebastián, en cambio, es psicólogo y apoyó con un diagnóstico organizacional, entrevistando a trabajadores de ciertas áreas.

Ambos reconocen que llegaron con expectativas de tener un mayor contacto con las poblaciones beneficiarias y no esperaban realizar principalmente tareas de oficina. Sin embargo, comprendieron rápidamente que estas labores son importantes para que el SAIPE brinde un mejor servicio a la comunidad, especialmente ahora que atraviesa un proceso de renovación institucional.

Durante su estadía también pudieron participar y apoyar en la logística de la Asamblea Pastoral de la Zona Amazónica del Vicariato San Francisco Javier, conocida también como la «Asamblea de la Selva». Este evento reunió a catequistas indígenas e hispanohablantes, así como a los jesuitas de la comunidad local y otros religiosos y religiosas que sirven en este territorio.  Participaron también el Obispo del Vicariato, Mons. Alfredo Vizcarra SJ, y el Superior Provincial de los Jesuitas del Perú, P. Víctor Hugo Miranda SJ.

Esta experiencia les permitió aproximarse a los pueblos originarios y su cultura. “Me impactó mucho su espiritualidad porque para ellos todo tiene un espíritu. El río, el bosque, el aire… Se puede hacer una analogía muy bonita entre la espiritualidad ignaciana y su cosmovisión porque si nosotros buscamos a Dios en todas las cosas, ellos también. Esto me deja motivado y consolado”, cuenta Miguel.

Por su parte, Sebastián resalta el valor de aprender sobre la dinámica sociocultural de estos pueblos, conociendo sus dificultades, su búsqueda del “Buen Vivir” y la misión de la Compañía en esta zona de selva.  “Hay una necesidad de reconciliación y paz frente a tantas problemáticas como la violencia, la minería informal, la deforestación… Quizás, más que llevar soluciones, lo fundamental es acompañar”, reflexiona.

Lo gratificante de su experiencia apostólica pasó también por la convivencia con los jesuitas de la comunidad local, quienes los acogieron de la mejor manera y les asignaron también algunas tareas en la casa como pintar un almacén o convertir un espacio en una capilla. Acompañaban a también los PP. Carlos Alomía y Aníbal Oyola en sus Misas y otras actividades.

“Una reflexión que los jesuitas nos compartieron al final fue que la llegada de estudiantes oxigena la comunidad, ya que reanima y aviva el espíritu comunitario”, cuenta Miguel, quien considera que la comunidad de Santa María de Nieva está “estratégicamente balanceada”, ya que cada integrante, desde sus habilidades y potencialidades, da lo mejor de sí para la misión.

En la misma línea, Sebastián aprecia la voluntad y la fortaleza de la comunidad pese a lo desafiante de la realidad amazónica. “Al final, la comunidad se sostiene mucho en la fe y este carisma de querer ir a donde no todos quieren ir. Están de pie afrontando todo y eso es admirable”, expresa.

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