Pol Cavero es un estudiante jesuita de 33 años que vive en la Casa San Juan Berchmans de Lima y cursa una Maestría en Gerencia Social. Recientemente pasó un mes en Ayacucho colaborando con el Centro Loyola y en esta nota nos cuenta cómo fue su experiencia.
El Centro Loyola Ayacucho es una institución con sede en la ciudad de Huamanga. Su identidad se arraiga en la tradición jesuita de promover la justicia desde la fe y se fundamenta en los derechos humanos. Acompaña así a diferentes poblaciones en situación de vulnerabilidad y exclusión para que puedan acceder a una vida digna y construir una cultura de paz.
Durante los primeros días de su estadía, Pol participó de reuniones sobre los objetivos y la metodología de los diferentes proyectos que ejecuta el Centro Loyola, teniendo la posibilidad de visitar también sus puntos de acción: desde los barrios periféricos de Huamanga hasta la zona del VRAEM (Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro).
En el VRAEM, Pol pudo conocer el trabajo que se realiza con comunidades nativas Ashaninka y Matsiguenga en temas tales como el fortalecimiento de las capacidades de sus líderes, el fortalecimiento de su identidad cultural, la promoción de una conciencia ecológica y el acompañamiento en el proceso de titulación de sus territorios.
“Esa experiencia fue muy gratificante, consoladora y también muy humanista. Pude identificar los distintos problemas sociales que afectan a estas comunidades y sentir consolación por cómo la Compañía de Jesús, a través del Centro Loyola, viene generando incidencia en varios de ellos”, nos cuenta el joven jesuita, añadiendo que era la primera vez que visitaba una comunidad indígena.
“Lo desconocido siempre trae consigo miedo, pero este se disipó cuando llegué. Te cautiva el paisaje, la diversidad de colores, es un alma verde… Y la gente te saluda, te abraza, se reúne, desde los más pequeños hasta los más ancianos. A pesar de que no conocía su lengua, creo que había algo como una comunicación con el corazón. No es difícil entender una sonrisa o un abrazo, son gestos que muestran muchos afectos”, comenta.
Otro proyecto que Pol pudo conocer se titula “Constructores de Paz”, mediante el cual el Centro Loyola forma y acompaña a jóvenes ayacuchanos en temas tales como convivencia democrática, resolución de conflictos, cultura de paz, mecanismos de participación y defensa de los derechos humanos.
Tuvo también la oportunidad de acompañar al P. David Samaniego SJ al penal de Yanamilla, donde realiza una labor con internos e internas. “Con ellos hacíamos misas, catequesis y les dábamos charlas de formación cristiana. También se les ayudaba en sus emprendimientos productivos. Cuando estuve ahí estaban confeccionando polos y otras prendas para vender”, señala.
Pol también reconoce que “lo gratificante no quita lo desafiante”. Confiesa que fue difícil presenciar cómo el Centro Loyola acompaña a víctimas del conflicto armado interno en sus demandas de reparación y justicia. “Sientes que no tienes el soporte emocional necesario para enfrentar algunas situaciones. Es muy doloroso ver a personas que han buscado a sus familiares desaparecidos por tantos años y tienen que identificar sus restos en fosas comunes”.
Haciendo un balance general de su experiencia, Pol considera que ésta le ha sido útil para encontrar un significado mayor a su vocación. “Ha sido una satisfacción muy grande verme inmerso en la ayuda a los demás. La sensibilidad la tengo, pero es importante también trabajar en mi formación académica para que, si la Compañía lo requiere, pueda colaborar en el futuro con sus obras sociales”, nos dice.
Si estás interesado en conocer sobre la vocación jesuita visita: https://vocaciones.jesuitas.pe