La Misa de Funeral del Hno. Silvestre Fernández SJ se realizó el domingo 18 de agosto en el salón parroquial de la Parroquia Nuestra Señora de Fátima de Miraflores. Compartimos la homilía escrita y leída por el P. Provincial Víctor Hugo Miranda SJ.
“Siempre y por cualquier motivo, den gracias a Dios, nuestro Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo”. Estas palabras que el apóstol Pablo le dirige a los miembros de la comunidad cristiana de Éfeso, son una constante en las cartas que Pablo envía normalmente a las comunidades que él fundó y a las que nunca abandona, ni en su oración, ni en su pensamiento, ni en su deseo de que sigan creciendo como espacios donde se haga memoria de Jesucristo y donde no haya diferencia entre hombres y mujeres, ni entre griegos ni judíos. Más allá de la realidad compleja de esos tiempos, de lo difícil que resultaba ser cristianos, Pablo insistía en que “siempre y por cualquier motivo” se diera gracias a Dios.
Esto nos puede hacer pensar en Silvestre, este Hermano Jesuita, misionero, que nos ha dejado a los 91 años de edad, 68 años de Compañía y 58 desde que pronunció sus Últimos Votos, su incorporación definitiva a la Compañía de Jesús. Silvestre fue un hombre agradecido. Silvestre podía hacer verdad esas palabras de Pablo. “Siempre y por cualquier motivo” hay que dar gracias a Dios. Silvestre vivió mucho y en distintas partes del país y del mundo. Silvestre tuvo diversas tareas en la Compañía, que lo llevaron desde Roma hasta Santa María de Nieva, pasando por Cusco, Lima, Jaén, San Ignacio, Ayacucho. Desde la Curia General hasta la tierra de los cinco ríos y patria de los pueblos awajun y wampis, a los que se sentía tan vinculado, siempre relacionado a tareas educativas o administrativas.
Y allí donde estuvo Silvestre vio pasar a mucha gente, vio y vivió muchas alegrías y logros, pero también fracasos. El siempre contaba anécdotas de la misión del Vicariato por ejemplo. Hubo una iniciativa de un grupo de jesuitas en la selva, en Santa María de Nieva, que llevaron vacas hasta allá, en tiempos donde no había comunicación ni el transporte que hoy existe. Las pobres vacas se ahogaron en el río, nunca llegaron a donde debían llegar. El recordaba con humor esta iniciativa que fracasó tan fuertemente. Los años le habían dado la sabiduría suficiente para mirar con paz el pasado.
En estos últimos meses han partido varios compañeros nuestros. «Papito» lo hizo a principios de año, y en el tiempo más reciente, Lucho Sauto, Juan Cuquerella, Adolfo Franco, Modesto García, ahora Silvestre. Y cada pérdida es un dolor. Duele la muerte, la partida de los compañeros. Pero también cada uno de ellos es fuente de acción de gracias. Dios nos ha regalado compañeros jesuitas que han dado su vida entera en servicio de los demás. Hoy con Silvestre, como en todo momento con mis otros hermanos jesuitas, hemos recibido muchas muestras de cariño. Hay tanta gente que los recuerda con cariño, con agradecimiento.
Ayer me llegó un saludo de una hermana, muy amiga y muy cercana de la Compañía de Jesús, Margarita Escudero, Esclava del Sagrado Corazón. Y quisiera compartir con ustedes sus palabras de recuerdo y cariño por Silvestre, que creo describen bastante bien a nuestro hermano:
“Victor Hugo, muy unidas las Esclavas en este momento de la partida de Silvestre a los brazos de nuestro Padre. Silvestre fue en nuestra llegada y comienzos del Instituto en Nieva un apoyo y un Hermano de verdad, para buscar lugares, construir nuestra casa, con una dedicación y cuidado. Esos «cafecitos a las 10 am» fueron en los inicios muchas veces lugares de esperanza ante nuestras incógnitas si íbamos a ser capaces de seguir. Los días del Baguazo especialmente, recién llegadas. Nuestra casa de Nieva pensada por el Hermano hasta el ultimo detalle. En fin, el Hermano sabe como lo quisimos, pero ahora en nombre de todas las Esclavas que hemos vivido en Nieva te agradecemos a ti, por él y por tantos Hermanos como el. Muy unidas. Se fue a celebrar los 15 años de nuestro Instituto en Nieva, junto a Cuque que tanto nos ayudo. Un abrazo”
Cómo no emocionarse, cómo no dar gracias a Dios, por compañeros como Silvestre, por hermanos nuestros tan queridos, tan valorados, tan apreciados. Cómo no, en nombre de la Compañía de Jesús, sentirme orgulloso de cada uno de mis hermanos, de aquellos a quienes vamos despidiendo. Todos ellos nos dejan la valla muy alta a los que nos quedamos. Que como Silvestre, sepamos mirar con esperanza la vida, que sepamos ser capaces de reírnos de nosotros mismos, que no perdamos el buen humor, y que como él, y como Pablo les insistía a los efesios que “siempre y por cualquier motivo sepamos dar gracias a Dios”. Amén.