El Cardenal Pedro Barreto SJ, presidente de la Conferencia Eclesial de la Amazonía (CEAMA), fue invitado de honor del Foro Jubilar de los Pueblos del G7, grupo de los siete países con las economías más avanzadas (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos), celebrado del 15 al 17 de junio en Calgary (Canadá) y organizado por Desarrollo y Paz ― Cáritas Canadá y KAIROS Canadá.
En su discurso inaugural, el Cardenal Barreto ofreció un contundente mensaje moral a los líderes de las naciones más poderosas del mundo, instándolos a actuar con conciencia y responsabilidad en el contexto de la grave crisis socioambiental global.
El Cardenal recordó que vivimos un Kairós, un tiempo de transformación que exige una conversión de mentes y corazones. En este año 2025, marcado por el Jubileo de la Esperanza convocado por el Papa Francisco, Barreto subrayó la necesidad urgente de que los países desarrollados reconozcan su deuda ecológica con los pueblos del Sur Global, deuda que agrava las crisis climática, social y económica.
No estar callados ante el impacto de la minería
Desde su experiencia como arzobispo de Huancayo, Mons. Barreto compartió el impacto devastador que la minería polimetálica tuvo durante décadas en la ciudad de La Oroya, donde la contaminación por metales pesados llegó a convertirla en una de las más afectadas del planeta. “Yo no podía estar callado”, dijo, al explicar cómo la Doctrina Social de la Iglesia y los textos de San Juan Pablo II y Benedicto XVI lo motivaron a hacer frente a la minería.
Al referirse a la actual deuda externa que siguen pagando los países empobrecidos, el cardenal citó un informe del Banco Mundial que confirma que en 2023 las naciones en desarrollo destinaron una cifra récord de 1.4 billones de dólares al servicio de esa deuda, con intereses que alcanzaron el nivel más alto en dos décadas. Esta carga, advirtió, reduce significativamente los presupuestos nacionales para sectores esenciales como la salud, la educación y el medio ambiente.
El Cardenal instó a los países del G7 a frenar el consumo de productos asociados a la deforestación amazónica, a invertir en la recuperación de los ecosistemas degradados y a respetar los derechos de los pueblos indígenas, que además de ser víctimas del modelo extractivo, son, sobre todo, portadores de una sabiduría ancestral indispensable para el cuidado de la casa común.
Los pueblos originarios son maestros en el cuidado de la Casa Común
En su paso por Canadá, Mons. Barreto también participó de espacios de diálogo con comunidades locales e indígenas, en los que resaltó el papel de los pueblos originarios como “maestros en el cuidado de nuestra casa común”, resaltando que “ellos viven en el aire que respiran, con el agua que utilizan, con la tierra, y por tanto jamás van a contaminarla”.
Señaló que el conocimiento tradicional de estas comunidades debe ser valorado con la misma seriedad que la ciencia, y que su exclusión de los procesos de toma de decisiones es una de las formas más graves de injusticia ambiental y cultural.
Durante su participación en la emisora CHHA, el Card. Barreto afirmó el principio que sostiene toda su intervención: la crisis actual no es doble, no es simplemente social por un lado y ambiental por el otro, sino una sola crisis socioambiental. “El Papa Francisco no habla de dos crisis”, dijo, “hay una sola crisis que es la crisis socioambiental”.
Voz profética en defensa de la vida
Consciente de los límites del poder eclesial frente a los intereses corporativos y geopolíticos que moldean las decisiones del G7, el cardenal sostuvo que la Iglesia está llamada a ser una voz profética que, desde la fe, convoque a la conciencia colectiva: “Los que tienen el poder político, económico, pasarán a la historia como quienes no pudieron responder a este clamor de la humanidad que quiere justicia socioambiental”, advirtió.
Citó la exhortación apostólica “Querida Amazonía” del Papa Francisco, recordando los sueños de una Amazonía que defienda los derechos de los pobres y de los pueblos originarios, preserve su belleza natural y cultural, y dé a la Iglesia nuevos rostros amazónicos.
Al mismo tiempo, apeló a la espiritualidad del pueblo creyente como motor de resistencia y transformación: “Cristo vive y Cristo es nuestra esperanza… Tenemos que ser testigos de esperanza, de alegría y sobre todo dar esta buena noticia de que es posible un cambio para poder realmente vivir conforme al deseo de Dios”.
De esta manera el Cardenal Barreto invitó a asumir y compartir el compromiso de restaurar y cuidar la Amazonía y sus pueblos, como señal de esperanza para toda la humanidad. «Somos todos, absolutamente todos, actores de este compromiso esencial de trabajar juntos –sociedad, gobiernos, empresas, iglesias, comunidades de fe, organizaciones sociales– para realizar y hacer realidad los sueños de una humanidad fraterna, justa y pacífica, que cuide la naturaleza, nuestra casa común».





