El P. Ernesto Cavassa SJ nos invita a leer la “Alegría del Evangelio” (Evangelii Gaudium) del Papa Francisco, recogiendo extractos alentadores. A continuación, la nota escrita para la versión web del diario La República.
La “Alegría del Evangelio” (Evangelii Gaudium) de Francisco es un documento programático. Así lo dice el mismo autor: “he optado por proponer algunas líneas que puedan alentar y orientar en toda la Iglesia una nueva etapa evangelizadora, llena de fervor y dinamismo” (n. 17). Esta acción evangelizadora se debe realizar en todos los ámbitos de la vida humana, incluida por supuesto la vida social. Para animar a la lectura completa de este importante documento, extraigo 7 párrafos como botones de muestra:
1. “¡No a una economía de exclusión!: Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que un anciano en situación de calle muere de frío y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad” (n. 53).
2. La globalización de la indiferencia: “Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe” (n. 54).
3. “¡No a la nueva idolatría del dinero!.. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano. La crisis mundial, que afecta a las finanzas y a la economía, pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: el consumo” (n. 55).
4. “¡No a la inequidad que genera violencia!… Hoy, en muchas partes, se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad, dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos, será imposible erradicar la violencia. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión” (n. 59).
5. Opción preferencial: “Sin la opción preferencial por los más pobres, «el anuncio del Evangelio, aún siendo la primera caridad, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras al que la actual sociedad de la comunicación nos somete cada día»” (n. 199).
6. “Economía y distribución del ingreso: La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar, no sólo por una exigencia pragmática de obtener resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que sólo podrá llevarla a nuevas crisis. Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo, y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales” (n. 202).
7. “El bien común y la paz social: Las reivindicaciones sociales, que tienen que ver con la distribución del ingreso, la inclusión social de los pobres y los derechos humanos, no pueden ser sofocadas con el pretexto de construir un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz. La dignidad de la persona humana y el bien común están por encima de la tranquilidad de algunos que no quieren renunciar a sus privilegios” (n. 218).