Reproducimos la reciente entrevista al Padre General de los Jesuitas, Adolfo Nicolás, sobre Siria y los esfuerzos del Papa Francisco por alcanzar la paz.
Q. El Santo Padre ha salido de su protocolo normal para hablar en pro de la Paz en Siria. ¿qué piensa Usted al respecto?
R. No tengo costumbre de comentar sobre situaciones internacionales o de carácter político. Pero en el caso presente estamos de frente a una situación Humanitaria que supera los límites normales que apoyarían el silencio. Y tengo que decir que confieso que no entiendo quién ha dado autorización a los Estados Unidos o a Francia para actuar contra un país de tal modo que sin duda aumentará el sufrimiento de una población que ya ha sufrido más de la cuenta. La violencia o acciones violentas, como la que se está preparando, solamente son justificables como último recurso y de tal manera que solamente los culpables reciban daño. En el caso de un país, esto resulta totalmente imposible y por lo tanto, a mí me resulta totalmente inaceptable. Nosotros, Jesuitas, apoyamos la acción del Santo Padre al 100% y deseamos del fondo de nuestro corazón que la anunciada acción punitiva no tenga lugar.
Q. ¿Pero, no tiene el mundo la responsabilidad de hacer algo contra los que abusan del Poder contra su propio pueblo, como en el caso de un Gobierno que usa armas químicas en un conflicto?
R. Tenemos en esta pregunta tres cuestiones, que conviene separar claramente. La primera tiene que ver con el hecho que todo abuso de poder ha de ser condenado y rechazado. Y, con todo respeto por el pueblo Norteamericano, creo que este concreto uso de poder que se está preparando constituye en sí mismo un abuso de poder. Los Estados Unidos de América tienen que dejar de actuar y reaccionar como el chico Grande en el barrio del mundo. Esto lleva inevitablemente al abuso, el atropello y el «matonismo» sobre los miembros más débiles de la Comunidad.
La segunda, es que, si ha habido uso de armas químicas, todavía nos queda la obligación de mostrar al mundo de una manera clara que un lado del conflicto, y no el otro, las han usado. No basta con que algún miembro del gobierno del país que quiere atacar diga que está convencido. Hay que demostrar al mundo que esto es así, sin lugar a dudas, para que el mundo pueda confiar en este país. Esta confianza no se da actualmente, y han comenzado ya las especulaciones sobre ulteriores motivos que pueda tener USA en su proyectada intervención.
Y la tercera, que los medios considerados adecuados para castigar el abuso, no dañen a las mismas víctimas del primer abuso, una vez se haya demostrado que esto es lo que ha sucedido. La experiencia del pasado nos dice que esto es imposible (aunque se llame a las víctimas con el eufemismo de «daño colateral») y los resultados son que aumenta el sufrimiento de los ciudadanos ordinarios inocentes y ajenos al conflicto. Todos sabemos que la gran preocupación de los Sabios y Fundadores Religiosos de todas las tradiciones y culturas era «¿cómo reducir el sufrimiento humano?» Es muy preocupante que en nombre de la justicia planifiquemos un ataque que va a aumentar el sufrimiento de las víctimas.
Q. ¿No es Usted especialmente duro con los Estados Unidos?
R. No lo creo. No he tenido nunca prejuicios sobre este Gran País y ahora mismo trabajo con algunos Jesuitas de allá cuya opinión y cuyos servicios valoro grandemente. Nunca he tenido sentimientos negativos frente a los USA, un país que yo admiro enormemente por muchas razones, incluyendo en ellas su dedicación, espiritualidad y pensamiento. Lo que más me preocupa es que precisamente este país, que yo admiro sinceramente, está al borde de cometer un gran error. Y podría decir algo parecido sobre Francia: Un país que ha sido un verdadero líder en esprit, inteligencia, y que ha contribuido en gran manera a la Civilización y a la Cultura y que está ahora tentada a conducir a la Humanidad hacia atrás, a la Barbarie, en abierta contradicción con todo lo que ha simbolizado a lo largo de muchas generaciones. Que estos dos países se unan ahora para una medida tan horrenda es parte de la ira de tantos países en el mundo. No tenemos miedo al ataque; nos aterra la barbarie a la que somos conducidos.
Q. ¿Y por qué hablar así ahora?
R. Porque el problema es ahora. Porque el Santo Padre está tomando medidas extraordinarias para hacernos conscientes de la urgencia del momento. El haber declarado el día 7 de Septiembre como día de ayuno por la paz en Siria es una medida extraordinaria y nosotros queremos unirnos a ella. Podemos recordar que en un momento en el Evangelio los discípulos no pudieron liberar a un joven del mal espíritu y Jesús les dijo: «Este tipo de espíritus no se pueden echar si no es con oración y ayuno» A mí me resulta dificilísimo aceptar que un país, que se considera, al menos nominalmente, cristiano no pueda concebir más que una acción militar en una situación de conflicto y que con ello pueda llevar al mundo, de nuevo, a la ley de la jungla.
(Fuente: Oficina de Comunicación y Relaciones Públicas de la Compañía de Jesús – Roma. 4 de septiembre.)