María José Álvarez Niño, abogada venezolana vinculada durante varios años a obras de la Compañía de Jesús, falleció el 7 de mayo en Lima, víctima de la inseguridad vial. Su familia llegó a tiempo desde Venezuela para despedirla y cumplir su voluntad de ser donante de órganos, salvando así la vida de 5 peruanos.
La crisis en Venezuela trajo a María José hace un año a nuestro país, donde supo poner al servicio de los demás sus conocimientos como abogada especializada en trabajo social. Desde mayo del 2018 hasta los primeros meses del 2019, formó parte de la Clínica Jurídica Pedro Arrupe para migrantes, solicitantes de refugio y refugiados, proyecto de Encuentros SJS y la Universidad Ruiz de Montoya. En su país natal trabajó en la Universidad Católica de Táchira, dirigida por la Compañía de Jesús en Venezuela, lugar donde surgió una gran amistad con el P. General Arturo Sosa SJ, quien era entonces su Rector.
El sábado 4 de mayo, María José fue atropellada por un motociclista en la Av. Arequipa, falleciendo tres días después a los 31 años de edad. El 10 de mayo se celebró la Misa de cuerpo presente en la Parroquia Nuestra Señora de Fátima y posteriormente fue cremada. Su familia llevó sus cenizas a su natal Venezuela.
En el marco del Día Nacional del Donante de Órganos y Tejidos (23 de mayo), el congresista Alberto de Belaúnde, amigo personal de María José, reconoció su gran generosidad y señaló que su gesto honra su memoria. «Ella amó profundamente a este país y amó profundamente la vida, y siempre fue una activista de causas solidarias, como la de la donación de órganos”, señaló para la Agencia de Noticias Andina.
El gesto de María José y su familia llega en momentos en los que se calcula que en el Perú existen 9.000 pacientes en lista de espera para trasplante, siendo el país con la tasa más baja de la región en donación de órganos.
Formada en la espiritualidad ignaciana y en los valores del Evangelio, María José siempre concibió su vida como servicio a los demás. Su muerte trágica y prematura cobra sentido en la donación de órganos, siguiendo el espíritu más profundo que nos transmite Jesús en el Evangelio, morir para dar vida.