El artista y jesuita esloveno Marko Rupnik con su equipo, formado por unas veinte personas de diferentes países del mundo, ha trabajado intensamente en el Santuario de la Cueva de San Ignacio, en Manresa, instalando el conjunto de mosaicos que han creado para las naves laterales del templo.
Se trata de una obra que cautiva a quien la contempla, por la fuerza de su mensaje, su belleza y el fascinante proceso que implica su creación. Son más de 550 metros cuadrados de mosaicos, que muestran el peregrinaje cristiano a través de los Ejercicios Espirituales. “Un itinerario de oración”, ha explicado el propio artista, “en el que se pasa de un catolicismo profesado a una fe vivida”.
En 2015, Marko Ivan Rupnik vino a La Cova de San Ignacio y se le ofreció la oportunidad de presentar, a través de su arte y desde la experiencia de los Ejercicios Espirituales, la historia de la Salvación. Desde entonces trabajó con su equipo del Centro Aletti en Roma para ir diseñando cada una de las ocho estancias que forman las naves laterales de este templo. Cuando Rupnik y su equipo llegaron a Manresa, en marzo de 2021, desembalaron varios contenedores: mármoles de los cinco continentes, cristales acrisolados con pigmentos seleccionados por todo el mundo, piezas de cerámica en oro y plata, y más. Pero lo realmente importante fue el equipo humano de 22 artesanos, de más de diez nacionalidades distintas que trabajaron día y noche para concluir los mosaicos en dos semanas. Ellos y ellas habían estudiado con Rupnik las tradiciones cristianas de oriente y occidente y dominaban distintas ramas del arte, los antiguos iconos, los mosaicos clásicos, la biblia, la historia, y además hacían de su trabajo un tiempo de oración. En la vivencia de la fe reside la energía para transmitir la historia sagrada en esta obra de arte contemporáneo que contemplamos hoy.
En los mosaicos la luz parece que brota directamente de las piedras. En las figuras se han cuidado especialmente las caras y las manos. En total hay 93 figuras en el santuario, conformando 25 escenas de nuestra vida con Dios. La materia fragmentada se va unificando en la medida que se acerca a lo humano y lo humano se acerca a lo divino. También hay un código de colores que acompaña toda la obra: por ejemplo, el dorado, el rojo y el blanco contienen la presencia de Dios, sin embargo, el gris y el negro son la ausencia de bien y de luz. La lejanía de Dios.
Cuando le preguntamos a Rupnik cómo podríamos llamar al conjunto de mosaicos de esta obra de arte en el Santuario de La Cova de San Ignacio, nos respondió: UN ESPACIO DE ENCUENTRO.
El jesuita explica que el mosaico es un arte extraordinario que implica una experiencia comunitaria. “Una experiencia de Iglesia, como comunión de personas, que expresa lo que somos”. El artista asegura que, en esta técnica, se establece un diálogo con la piedra. “La primera lección para cortar la piedra es tomarla con amor, con ternura”.
Poder llevar a cabo esta obra justo en el lugar donde San Ignacio de Loyola comenzó a escribir el libro de los Ejercicios, representa, para este artista jesuita, un regalo que recibe con “una gratitud inmensa” y también como “la culminación de lo que durante toda la vida yo he pensado y estudiado”.
Después de meses de trabajo de instalación, se ha concluido instalando una iluminación cálida que ayude al recogimiento y la oración. El Santuario quedó abierto de nuevo al público en abril, mientras que el acto solemne de inauguración tuvo lugar coincidiendo con el día de San Ignacio, este 31 de julio, contando con la presencia del Superior General de la Compañía de Jesús, P. Arturo Sosa, que presidió la bendición de esta obra de arte.
La remodelación del interior del Santuario se enmarca en la celebración de Ignatius 500, el año que conmemora, entre mayo de 2021 y julio de 2022, la conversión del fundador de la Compañía. Una celebración que se vive de forma intensa en Manresa, ya que coincide con los 500 años de su llegada a esta ciudad.