El sábado 12 de marzo, en la Iglesia del Gesú (Roma), se celebró la Eucaristía por el 400º aniversario de la canonización de Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Teresa de Jesús, Isidro Labrador y Felipe Neri. La celebración estuvo presidida por el P. General Arturo Sosa SJ y contó con la presencia del Papa Francisco, quien estuvo a cargo de la homilía.

Participaron de esta celebración jesuitas, oratorianos, carmelitas, laicos y laicas de todo el mundo, algunos presentes y miles que siguieron la transmisión en vivo, de la primera canonización colectiva de la historia. En ella, además del fundador de la Compañía, fueron canonizados, Francisco Javier, misionero y parte de los primeros jesuitas; Teresa de Jesús, religiosa y mística, fundadora de las religiosas y religiosos carmelitas descalzos; Isidro Labrador, laico patrono de los campesinos y de la ciudad de Madrid; y Felipe Neri, sacerdote italiano fundador de los Oratorianos.

La inmensa huella de estos santos traspasa siglos, nacionalidades y personalidades, se debe en primer lugar a la iniciativa del Señor. Y esa iniciativa, como lo recordó el Papa a propósito del Evangelio de la Transfiguración, en que «Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan”, es una llamada arraigada en la comunidad. Por eso, ante las tentaciones del individualismo, clericalismo, rigidez e ideologías divisorias, los santos son aquellos que se han hecho “columnas de comunión” como Ignacio a través del discernimiento y el sentir con la Iglesia, fruto de sus Ejercicios Espirituales.

Igualmente, ante el peligro de una fe cómoda y estática, el Santo Padre recordó el valor que infunden santos como Teresa para subir con esfuerzo la montaña hasta el confín de la tierra y el cielo “donde el hombre se enfrenta a Dios”, o para llevar el Evangelio, como Francisco Javier, hasta los rincones más insospechados de nuestro mundo y sociedad. En medio de una realidad desfigurada por la guerra, la injusticia y demás males, el Papa invitó finalmente a una oración que transfigure el mundo en lugar de alejarse de él, como la de Felipe Neri al atender a los niños de la calle o la de Isidro Labrador al trabajar la tierra.

Finalmente, además de las palabras desgarradoras “ten piedad de mí, respóndeme” del salmo cantado por una joven ucraniana, la celebración estuvo marcada por varios momentos significativas: la oración ante la tumba de Ignacio y las reliquias de los otros cuatro santos acompañada por el Arzobispo de Madrid y los Superiores Generales de los Carmelitas y los Oratorianos; la ofrenda hecha por refugiadas del Centro Astalli de Roma al Santo Padre; el maravilloso coro del Collegio del Gesù; y por último, el afecto y la humildad del Papa. En efecto, siendo Pastor Universal de la Iglesia, Francisco se presentó también como hijo espiritual de la Compañía al aniversario de sus dos grandes padres sin perder la ocasión para aludir al tercero de ellos: Pedro Fabro, a quien él mismo canonizó.

Mira el registro en video de la celebración eucarística:

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