Por una cultura del Encuentro

Queridos compañeros en la Misión:

Los peruanos y peruanas vivimos días de dolor e incertidumbre ante la pérdida de hermanos nuestros como producto de la violencia, y ante el deterioro de la representatividad política, que ha alcanzado en este último tiempo niveles extremos. Los Jesuitas del Perú expresamos, ante todo, nuestra solidaridad con las familias de los fallecidos, y también con los compatriotas de las fuerzas del orden que han sido heridos en estas circunstancias. Reconocemos en todos ellos a víctimas de un sistema social que, lamentablemente, tiende a perjudicar a los más pobres y a incubar la impunidad entre quienes tienen responsabilidades mayores.

Cuenta el Evangelio que los discípulos de Emaús volvían a su tierra desalentados por la muerte de Jesús en la cruz. Ellos habían guardado la esperanza de que Él los liberaría de su historia de opresión e injusticia, pero aquel sueño parecía frustrado. Jesús, sin embargo, sale a su encuentro, y les enseña a interpretar los acontecimientos a la luz de la Escritura, suscitando entre ellos un diálogo iluminador, capaz de conducirles a reconocerle como Salvador y fuente de esperanza. Nosotros, como tantos peruanos y peruanas, compartimos en estas circunstancias un desaliento parecido al de los discípulos de Emaús. Pero la fuerza del Evangelio nos mueve a salir al encuentro de los demás y a conseguir juntos una mirada amplia de nuestra historia, de nuestras culturas tan diversas y de nuestros valores, con la certeza de que a través del diálogo encontraremos el camino hacia la comunión que necesita nuestro país.

Una mirada amplia no puede, sin embargo, conseguirse sobre la base de la exclusión y el prejuicio. Conocer en profundidad la realidad de nuestro país supone abrir la mente y el corazón a la experiencia humana de los demás, sobre todo a la de aquellos que cuentan con menos recursos para dar a conocer sus necesidades. Tampoco es posible generar un diálogo genuino a través de medios violentos, más aún si estos terminan dañando a inocentes. El diálogo presupone tanto la búsqueda de la verdad como el ejercicio de la libertad, y las demandas sociales son siempre más justas si se expresan de manera pacífica. Pero, además, esta amplitud de mirada y la promoción del diálogo solo serán posibles si cultivamos en nosotros una franca disposición al encuentro, lo que en términos concretos significa ser capaces de generar espacios para conocernos y reconocernos entre ciudadanos diversos pero hermanados por un proyecto común de nación.

Es sobre la base de esta convicción que el nuevo Plan Apostólico de la Provincia Jesuita del Perú ha querido incorporar como prioridad en toda nuestra labor formativa a la promoción de una “cultura del encuentro”. Esta prioridad apostólica ha nacido de la conciencia que hoy tenemos de la profunda escisión social que separa a diferentes sectores de la población peruana. No se trata, ciertamente, de una novedad para muchos compañeros nuestros, que desde hace décadas trabajan por aminorar las desigualdades y por fortalecer el sentido democrático en quienes acceden a una educación de calidad. Pero es cierto que en estos últimos meses se ha hecho más evidente que este desencuentro, sumado a la irritación que genera la corrupción, corre el riesgo de encontrar, nuevamente, cauce en la violencia, y que ello requiere de una renovada respuesta por parte de quienes estamos comprometidos con la justicia, la paz y la reconciliación.

Promover el encuentro en nuestro quehacer cotidiano no es tarea fácil, no lo es incluso para muchos de nosotros, que estamos habituados a trabajar, o bien con unos, o con otros. Acostumbrados a la segregación estructural que impera en el país, podemos también tener la tentación de banalizar los esfuerzos por abrir nuestra sensibilidad a otros lenguajes y conocimientos. Pero, como nos lo enseña el Evangelio, creemos que solo el encuentro tiene el poder de liberarnos de la ignorancia y de disponernos a la búsqueda eficaz del bien común, de aquel “bien más universal” que, decía San Ignacio de Loyola, “es más divino”. Reconociendo nuestra pobreza, queremos, pues, asumir el compromiso de hacer de nuestras comunidades, plataformas, parroquias, centros pastorales, casas de retiro, obras sociales, colegios y centros de educación superior espacios de promoción del encuentro y el diálogo. Lo hacemos con la certeza de que este compromiso expresa una parte importante de la misión que Cristo nos confía en el Perú de hoy, razón por la cual mueve nuestros corazones y dinamiza nuestra creatividad. 

Queridos compañeros, que en esta Navidad la contemplación del Niño Jesús, promesa de salvación y origen de nuestra esperanza, nos conceda a todos la alegría de sabernos partícipes de una preciosa misión, y renueve en nuestro interior la apuesta por un Perú unido y más justo.

Fraternalmente,

P. Victor Hugo Miranda Tarazona, SJ
Superior Provincial 
Compañía de Jesús – Provincial del Perú

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