El Centro Loyola Ayacucho, en el marco de su proyecto «Protección y Autoprotección de los defensores de derechos humanos», llevó a cabo un significativo coloquio denominado Oración de la Luz, que contó con la participación de todos los integrantes de la comunidad jesuita de Ayacucho, quienes compartieron la experiencia, el compromiso social y las acciones solidarias que la Compañía ha desplegado en la región a lo largo del tiempo.

Esta actividad se fundamentó en una profunda reflexión sobre el concepto de la Luz como metáfora de esperanza, que impulsa la búsqueda del bienestar colectivo, el acceso igualitario a la justicia y la armonía en la sociedad. Asimismo, se espera que sea la primera de varias actividades que conducirán a la celebración del 20° aniversario del Centro Loyola.

El primero en tomar la palabra fue el P. José Antonio Recharte SJ, superior de la comunidad jesuita, quien compartió la labor realizada por el centro social Kusi Ayllu, obra de la cual es director y que trabaja por el desarrollo sostenible de familias de Pampa Cangallo, zona rural donde también está presente el IESTP «Los Morochucos» Fe y Alegría 60, dirigido por las Hermanas de los Pobres, Siervas del Sagrado Corazón.

Luego el P. Polinario Tanta SJ, quien es originario de Cangallo (Ayacucho), contó su experiencia en el Centro Loyola Ayacucho, acompañando a víctimas de la época de la violencia, jóvenes y artesanos. También señaló los trabajos que se realizan desde el Templo de la Compañía de Jesús para reimpulsar las devociones a la Virgen de Cocharcas y a Cristo Crucificado, ambas muy unidas a la historia jesuita.

Por su parte, el P. Javier San Martín, quien se unió el año pasado a la comunidad, invitó a los participantes a reflexionar sobre el desafío de ser luz en una sociedad que parece estar eclipsada, convencidos de que esa luz tiene su origen en el misterio de la Encarnación. 

Finalmente, el P. David Samaniego, quien es originario de Santa María de Nieva (Amazonas), contó cómo los Jesuitas lo han acompañado a lo largo de su vida, desde que era un niño cuyo principal pasatiempo era la parroquia hasta su etapa dentro de la Compañía, que considera un “aliado cultural”. Asimismo, habló de su labor como capellán del penal de Yanamilla y otros proyectos del Centro Loyola en agroecología, derechos humanos y con comunidades Asháninkas y Mashiguengas de la región.