El Padre General de la Compañía de Jesús ha escrito una carta sobre los jesuitas destinados al apostolado intelectual. En ella insiste en que “es preciso que prosigamos nuestra dedicación a este campo, buscando adaptar nuestros esfuerzos a las realidades del momento” y hace hincapié en la necesidad por parte de la Compañía de “fomentar y proteger la ‘misión de investigar’, para que pueda ofrecer ese servicio con la profundidad que la Iglesia espera de nosotros; esto requiere adquirir un verdadero compromiso, tomar decisiones apostólicas y planificar nuestro apostolado”.
La carta comienza repasando la larga tradición de compromiso de la Compañía con el apostolado intelectual y recalca que éste debe estar al servicio de la misión de la Iglesia. “El apostolado intelectual traza un camino de diálogo entre el Evangelio y las culturas, las ciencias y las tradiciones religiosas, y lo hace con su propio lenguaje. En un mundo en que se pone en cuestión el nexo entre fe y cultura, y en el que se pone asimismo en duda el nexo entre fe y razón, es necesaria y urgente una verdadera profundidad intelectual en la vida apostólica. Es en unión con otros, como la Compañía de Jesús intenta responder, con decisión y con humildad, a esta llamada, participando así en la misión de la Iglesia”, y por tanto “Hay que alentar cualquier iniciativa que, en apoyo de esta interconexión, pueda surgir en nuestras universidades, facultades, centros culturales y revistas”. Y por tanto, continúa, “el apostolado intelectual colabora tanto con el progreso de la ciencia como con la misión evangelizadora de la Iglesia. Esta simultaneidad es la que hace fecundo nuestro servicio”.
En la carta el P. General distingue las diversas formas de vivir este apostolado: insertados en una comunidad científica; como profesores de universidad; comprometidos en la formación de la Compañía; o acompañando a personas que ejercen tareas de responsabilidad. En todas ellas, afirma Adolfo Nicolás, “la profundidad intelectual a que estamos llamados tiene como fundamento una actitud espiritual” hecha de humildad, de abnegación y de paciencia. “El jesuita debe tener un compromiso intelectual libre de todo deseo de promoción personal y de todo espíritu de rivalidad y competición, pues le anima el deseo de servir” y además debe contar también con espíritu de colaboración y de diálogo para ejercer este apostolado.
Por último, ahonda en ese deseo de reforzar la “misión de investigar”, que define como una forma concreta de apostolado intelectual. Y al respecto señala que: no hay ningún campo que pueda ser excluido de la investigación; que es preciso que esta misión aparezca en el plan apostólico de cada provincia, región y en las Conferencias; y que se han de seleccionar bien a los candidatos para este misión, así como dotarles de las condiciones necesarias para la tarea.
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