Este mes en Palabra de la CPAL, el P. Jean Denis Saint-Félix SJ, Superior Regional Jesuitas Haití, narra la situación actual de este país tras el devastador terremoto del 14 agosto. Los invitamos a leer el texto.

Por su ubicación geográfica, Haití está constantemente sujeto – o expuesto – a diversos peligros naturales de origen geológico y meteorológico. Por su gran vulnerabilidad socio-económica, la quiebra del Estado, el sistemático debilitamiento de su institucionalidad por individuos ‘todopoderosos’, la decidía de sus élites y la institucionalización de la violencia, el país está siendo gravemente afectado; y los desafortunadamente repetidos desastres naturales se transforman en recurrentes desastres humanitarios, alimentados por la crisis política sostenida.   

Situado cerca de la intersección de dos placas tectónicas que forman la corteza terrestre: la placa del Caribe y la de América del Norte, Haití es considerado territorio de ‘alto riesgo sísmico’ y ha pagado un alto precio ya desde el 12 de enero de 2010. En aquella fecha un terremoto de 7.0 en la escala de Richter le sacudió durante 35 segundos; el más poderoso que se haya registrado en 200 años. Su epicentro se encontraba aproximadamente a 25 km al suroeste de la capital nacional, Puerto Príncipe. Un balance – siempre imperfecto – del desastre dio cuenta de más de 220.000 muertos, 300.000 heridos, 105.000 viviendas completamente destruidas y más de 208.000 afectadas severamente. Más de 1.300 establecimientos educativos, 50 hospitales y centros de salud colapsaron y fueron declarados inutilizables. Casi 1.300.000 personas vivieron en refugios temporales en el área metropolitana de Puerto Príncipe durante largos meses[1]. Hasta el día de hoy una gran parte de esas personas nunca fue definitivamente reubicada.

El país también se encuentra en la trayectoria de repetidos huracanes, y el período de junio a noviembre se considera temporada de ciclones. Las áreas que alguna vez representaron la cubierta forestal del país hoy son desérticas, y sujetas a erosión con la más mínima de las lluvias. Fue así que el 4 de octubre de 2016, el huracán Matthew afectó despiadadamente el Gran Sur; hubo ráfagas de viento que alcanzaron los 230 km/h, provocando grandes inundaciones y marejadas ciclónicas, deslizamientos de tierra (destrucción de un gran número de infraestructuras, incluidos edificios públicos, hospitales, iglesias, escuelas y residencias privadas), muertes y desaparición de muchas personas en los departamentos de Grand’Anse y Nippes. Las cifras comunicadas por el gobierno mencionan 546 muertos, 128 desaparecidos y 439 heridos a nivel nacional, además de 175.500 personas que se abrigaron en 224 refugios temporales en los departamentos de Grand’Anse, Nippes, Sur y Oeste[2]. 

Tras la magnitud de esa catástrofe los jesuitas de Haití, desafiados por el sufrimiento de la población y con la ayuda de la Compañía universal y de otros socios pudieron salir al rescate de sus hermanos y hermanas brindándoles acompañamiento espiritual y psíquico-social, y se empeñaron en la construcción de más de un centenar de viviendas que permitieron a muchas personas recobrar un poco de dignidad y de orgullo.

Como si el sufrimiento de los pobres nunca pudiera conocer el fin, el 14 de agosto pasado, justo 10 años después del terremoto del 12 de enero y sólo 5 años después del huracán Matthew, otro mega-terremoto, 40 veces más potente, atacó de nuevo. La región del Gran Sur fue la más afectada, en particular las zonas rurales, olvidadas durante mucho tiempo por las autoridades de la República desde Puerto Príncipe. El último informe oficial de la Dirección de Protección Civil reporta 2.248 muertos, 12.763 heridos y daños difíciles de cuantificar en las zonas más afectadas por el terremoto.

Ante este nuevo desastre los jesuitas de Haití, después de visitar y evaluar los daños en varios departamentos afectados, han proporcionado ayuda específica a algunas familias de las víctimas. Sin embargo, apoyados en la experiencia de intervención después del huracán Matthew, han decidido que su principal intervención ha de hacerse ayudando a seiscientas (600) familias a reconstruir sus hogares en zonas ya identificadas como: Henry Dulces, Ducis (Sur), Coral y Pestel (Grand’Anse). El modelo de casa que se adoptó y construyó después del huracán Matthew resistió bien el terremoto, y la estructura administrativa y operativa que se implementó en esa ocasión funcionó bien, como lo prueban los resultados obtenidos. Es por eso que se tiene la firme intención de aprovechar esta experiencia con el objetivo de satisfacer la necesidad crónica de casas dignas, sostenibles y seguras para el beneficio de familias seleccionadas entre las más vulnerables, siguiendo criterios claros, objetivos y transparentes.

Como todos ustedes saben en Haití la Compañía de Jesús aquí es todavía muy joven y carece terriblemente de recursos propios. Es porque queremos lograr juntos el objetivo propuesto, que ahora contamos con su bondadosa e indeclinable solidaridad, y con el soporte de todos los hombres y mujeres deseosos de colaborar en una causa noble, con la garantía de que su ayuda llegará a las personas más necesitadas. En nombre de todos los compañeros jesuitas y otras personas colaboradoras del Cuerpo Apostólico, y sobre todo en nombre del pueblo haitiano -especialmente de nuestras hermanas y hermanos del Gran Sur- les pido que acepten la expresión de nuestro más profundo y sincero agradecimiento. 

¡Mèsi Anpil! ¡Gracias! ¡Gracias!    

Jean Denis Saint-Félix, S.J.
Superior Regional Jesuitas Haití

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[1] Datos resultantes de la Evaluación de Necesidades Post Desastre proporcionada por las autoridades haitianas pero que aún son objeto de debate.
[2] Fuente: humanitariaresponse.info, informe elaborado por el Gobierno de la República de Haití con el apoyo conjunto del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo.

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(Con información de la CPAL