En la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles se proclama que, bajo el signo de la esperanza, el apóstol Pablo infunde aliento a la comunidad cristiana de Antioquía. En nuestros días se repite en la humanidad lo mismo que sucedió con los habitantes de Jerusalén y sus autoridades: “no reconocieron a Jesús … y le pidieron a Pilato que lo mandara a ejecutar. Y cuando cumplieron todo lo que estaba escrito de él, lo bajaron del madero y lo enterraron…Pero Dios lo resucitó entre los muertos… También nosotros les anunciamos de que la promesa de Dios se ha cumplido resucitando a Jesús”.
La esperanza constituye el mensaje central del Jubileo 2025, que según una antigua tradición el Papa Francisco, de feliz memoria, nos invitó a ser “peregrinos de esperanza” mediante el encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, «puerta» de salvación (cf. Jn 10,7.9); con Él, a quien la Iglesia tiene la misión de anunciar siempre, en todas partes y a todos como «nuestra esperanza» (1 Tm 1,1).
Como nos dice el Papa Francisco en el mensaje de convocatoria del Jubileo: “Todos esperan. En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. Sin embargo, la imprevisibilidad del futuro hace surgir sentimientos a menudo contrapuestos: de la confianza al temor, de la serenidad al desaliento, de la certeza a la duda. Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad. Que el Jubileo sea para todos, ocasión de reavivar la esperanza” (Bula Spes non confundit, N° 1)
La centralidad de Cristo en nuestras vidas tiene su fundamento en el Salmo segundo: “Tú eres mi hijo: yo te he engendrado hoy” y confirmado por la Palabra de Dios Padre: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; escúchenlo» (Mateo 17:5, Marcos 1:11, Lucas 3:22, y Lucas 9:35)
Por eso, Jesús, nuestro Maestro y Señor, nos dice en el Evangelio que acabamos de proclamar: “No se turbe su corazón, crean en Dios y crean también en Mí… porque Yo soy el camino la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mi”. Con Él y por Él “somos peregrinos de la esperanza”.
Unidos en la profunda gratitud a Dios por los doce años del servicio pastoral del Papa Francisco, que, con su fidelidad a las orientaciones del Concilio Vaticano II y a su propuesta “Por una Iglesia Sinodal: comunión, participación y misión” nos ha señalado el camino para los próximos años.
Nuestro querido Papa León XIV, en su primer discurso a los Señores Cardenales, manifestó: “Los saludo y les agradezco a todos por este encuentro y por los días que lo han precedido, dolorosos por la pérdida del Santo Padre Francisco, arduos por las responsabilidades afrontadas juntos y, al mismo tiempo, según la promesa que Jesús mismo nos ha hecho, ricos de gracia y de consolación en el Espíritu” (cf. Jn 14,25-27).
Así mismo León XIV manifestó su deseo de renovar “juntos, hoy, nuestra plena adhesión a ese camino, a la vía que, desde hace ya decenios, la Iglesia universal está recorriendo tras las huellas del Concilio Vaticano II. El Papa Francisco ha recordado y actualizado magistralmente su contenido en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, de la que me gustaría destacar algunas notas fundamentales: el regreso al primado de Cristo en el anuncio (cf. n. 11); la conversión misionera de toda la comunidad cristiana (cf. n. 9); el crecimiento en la colegialidad y en sinodalidad (cf. n. 33); la atención al sensus fidei (cf. nn. 119-120), especialmente en sus formas más propias e inclusivas, como la piedad popular (cf. 123); el cuidado amoroso de los débiles y descartados (cf.n. 53); el diálogo valiente y confiado con el mundo contemporáneo en sus diferentes componentes y realidades” (cf. n. 84, Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 1-2).
Con estos signos de esperanza del caminar juntos como Iglesia Pueblo de Dios, aquí en la querida Diócesis de Tacna y Moquegua, con su Obispo Monseñor Marco Antonio Cortéz Lara, queremos agradecer los 25 años del caminar de las Obras Apostólicas de la Compañía de Jesús en Tacna e Ilo, inicialmente como Coordinadora Regional Apostólica Jesuita (CORAJE). En estos años hacemos una memoria agradecida de los laicos, religiosas y jesuitas que entregaron su generoso servicio pastoral a Cristo y a la Iglesia, con cariño y generosidad, expresión genuina del deseo de San Ignacio de Loyola para “En todo amar y servir a Dios”.