Del 31 de enero al 5 de febrero , el Papa Francisco completó su 40ª visita apostólica al extranjero, viajando entre la República Democrática del Congo (RDC) y Sudán del Sur, en una visita que tuvo como objetivo llevar un mensaje de paz.
El martes llegó a la capital de la República Democrática del Congo, Kinshasa, en donde fue recibido por una gran multitud. Luego se dirigió al Palacio de la Nación para sostener un encuentro con el Presidente de la República, Félix Tshisekedi, y una reunión con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático.
En el Palacio de la Nación brindó su primer discurso en el que denunció “el colonialismo económico” en el continente. «Quiten la manos de África!”, “Dejen de asfixiarla!”, enfatizó. Echó la culpa al “veneno de la avaricia” por la tragedia de los “diamantes de sangre”, refiriéndose a la explotación minera de esta piedra preciosa, que esclaviza a los trabajadores. “Es un drama ante el cual el mundo económico más avanzado suele cerrar los ojos, los oídos y la boca. Sin embargo, este país y este continente merecen ser respetados y escuchados, merecen espacio y atención”, agregó.
Al día siguiente, por la mañana, celebró una Santa Misa en el aeropuerto de la ciudad de Ndolo, mientras que por la tarde, en la nunciatura, sostuvo dos encuentros, el primero con víctimas del este del país, el segundo con representantes de organizaciones benéficas.
El tercer día, por la mañana, el Papa sostuvo un encuentro con jóvenes y catequistas en el Estadio de los Mártires, lugar que se ha visto afectado por las lluvias torrenciales que están azotando la capital.
Por la tarde, tuvo un encuentro de oración con sacerdotes, diáconos, consagrados y seminaristas, en la Catedral de Notre Dame de Congo. Después, el tradicional encuentro privado con miembros de la Compañía de Jesús en la Nunciatura.
El último día de su viaje en RDC, Francisco se encontró con los obispos en la sede de la Conferencia Episcopal. Después se realizó la ceremonia de despedida en el Aeropuerto Internacional de Kinshasa, donde partió rumbo a Yuba, capital de Sudán del Sur, acompañado por el Arzobispo de Canterbury, Justin Welby, y el moderador de la Asamblea General de la Iglesia de Escocia, Jim Wallace.
En Juba, tras la ceremonia de bienvenida, visitó al Presidente de la República, Salva Kiir Mayardit, en el Palacio Presidencial donde brindó un discurso pidiendo un «nuevo impulso» por la paz. «Basta ya de sangre derramada, basta de conflictos, basta de agresiones y acusaciones recíprocas sobre quien haya sido culpable, basta de dejar al pueblo sediento de paz. Basta de destrucción, es la hora de la construcción», pidió en el país más joven del mundo, que además figura entre los más pobres.
Luego de ello, sostuvo una reunión con los vicepresidentes de la república y con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático.
Al día siguiente, se reunió con obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y seminaristas en la Catedral de Santa Teresa. A continuación tuvo un encuentro privado con los jesuitas de esta zona. También tuvo un encuentro público con desplazados internos y realizó una oración ecuménica en el mausoleo «John Garang».
El 5 de febrero, día de su partida, antes de la ceremonia de despedida y del regreso al Vaticano, Francisco celebró una Misa también en el mausoleo de Garang.