El Papa Francisco aprobó el 3 de febrero los decretos que reconocen como mártires a Monseñor Óscar Romero, Arzobispo de San Salvador, y a los sacerdotes Alessandro Dordi (italiano) y Zbigniew Strzalkowski y Michel Tomaszek (polacos), asesinados en Áncash, Perú, por el grupo terrorista «Sendero Luminoso». La noticia del reconocimiento del martirio de Óscar Romero ha sido recibida con gran alegría por la Iglesia latinoamericana, que ve en él a un ejemplo de vida evangélica y acción pastoral profética (más sobre Mons. Romero >>). Pero también la Iglesia peruana se ha visto favorecida con el reconocimiento del martirio de los sacerdotes asesinados en Áncash, verdaderos ejemplos de generosidad y fidelidad a Dios y su pueblo. La fecha de beatificación de estos mártires de la Iglesia en el Perú está programada para el sábado 5 de diciembre de 2015.
Alessandro Dordi, Zbigniew Strzalkowski y Michel Tomaszek, mártires de la Iglesia peruana
En agosto de 1991, miembros de Sendero Luminoso asesinaron a balazos a los sacerdotes Strzalkowski y Tomaszek, en el poblado de Pariacoto, Áncash. Dos semanas después la víctima fue el P. Dordi, al que le dispararon cuando regresaba a su casa después de oficiar misa en la localidad de Santa, también en el departamento de Áncash.
Michel y Zbigniew, hermanos Menores Conventuales de la provincia de Cracovia, Polonia, estaban en Perú como parte del primer grupo misionero de la Orden. Nacidos en 1960 y 1958, respectivamente, eran prácticamente coetáneos y, durante el periodo de su formación religiosa inicial, Michel iba un curso detrás de Zbigniew; dada su capacidad de testimonio religioso desde el seminario, ambos fueron enviados en misión a Pariacoto, diócesis de Chimbote, tras una breve experiencia de vida pastoral en su patria.
Pronto fueron punto de mira de los miembros de Sendero Luminoso a causa de su trabajo pastoral entre los habitantes de la cordillera Andina, a los que visitaban en las numerosas aldeas de la parroquia, así como por su asistencia a los más necesitados, según la práctica pastoral de la diócesis de Chimbote, en una zona cada vez más controlada por los senderistas.
Alejandro, sacerdote diocesano fidei donum de la diócesis de Bérgamo, nacido en 1931, tenía una mayor experiencia; era miembro de la comunidad misionera Paradiso: de 1954 a 1965 en la zona de aluvión del Polesine (norte de Italia) y, de 1966 a 1979, en Locle, con los emigrados italianos a Suiza, entre los que vivió como cura trabajador. En 1980 llegó a la parroquia de Santa, en el confín septentrional de la diócesis de Chimbote. Cada vez más integrado en las comunidades de campesinos, con los que había realizado proyectos de desarrollo, se le objetaba precisamente esta forma de proceder con los nativos, conforme a su programa de acción desde que llegó a Perú.
En agosto de 1991, los senderistas incrementaron la violencia contra la Iglesia católica, como reacción al testimonio de solidaridad de ésta hacia los más desheredados, y amenazaron públicamente con matar cada semana a un sacerdote de la diócesis de Chimbote. Tras escapar el primer sacerdote de una ejecución instantánea, el 9 de agosto les llegó el turno a los dos hermanos conventuales polacos Michel y Zbigniew, los cuales fueron sacados del templo al final de la celebración eucarística de la tarde y, tras un sumario breve, fueron asesinados cerca del cementerio, fuera del pueblo, junto con el alcalde.
El 25 de agosto le llegó el turno a Alejandro -«Don Sandro»-, al que se le tendió una emboscada a la vuelta de la celebración eucarística en una capilla lejana y, antes de la última celebración de aquel día, fue asesinado apenas bajó del vehículo.
El sacrificio de los tres misioneros contribuyó a que la población tomara conciencia de la importancia de un testimonio cristiano hasta la muerte; los funerales demostraros el afecto que los fieles tenían por ellos y ayudó a todos a seguir el camino de solidaridad y reconciliación emprendido.
Desde el primer momento monseñor Luis Bambarén Gastelumendi, obispo emérito de Chimbote y expresidente de la Conferencia episcopal peruana, se movilizó para iniciar la causa de beatificación de las víctimas y solicitó incluir también al sacerdote italiano. El padre Angelo Paleri, postulador de la Orden de los Frailes Menores (OFM), admite que en un principio la recepción fue muy tibia. Existía la sospecha, como en muchos casos similares, de que se hubiera verificado una anterior convivencia de los sacerdotes asesinados con Sendero Luminoso.
A primera vista resultaba una empresa demasiado difícil demostrar con argumentos sólidos que los dos frailes realmente hubieran muerto mártires, cuando era más sencillo pensar que simplemente Sendero los había eliminado porque ya no resultaban útiles para sus intereses. El padre Paleri explica que «en toda esa zona, Sendero Luminoso había creado una especie de gobierno paralelo: la difusión capilar en el territorio era posible gracias a la integración de las autoridades existentes en su red. Operaban siempre en esta dirección, ya que consideraban vital mantener el orden sin destituir los poderes preconstituidos». Y también es cierto que, si fracasaban esos «intentos de negociación», pasaban en último término a la eliminación física de los adversarios.
La investigación diocesana sobre los tres mártires asesinados in odium fidei concluyó en 2003. Sin embargo, los consultores teólogos consideraban que era necesario aclarar muchos aspectos y solicitaron el material elaborado por la Comisión de la Verdad y Reconciliación sobre las víctimas en el país (se calcula que hay cerca de 70 000 en Perú) pero también sobre los “movimientos antagonistas” que habían combatido el poder oficial.
El Informe final de la Comisión, publicado el 23 de agosto y que se integra a la documentación del proceso, reconstruye los acontecimientos de ese período: en el tercer capítulo se detalla la red de relaciones entre Sendero Luminoso, la Iglesia Católica y las Iglesias evangélicas, también muy difundidas en el Perú. «Un discreto número de páginas», confiesa sonriendo el padre Ángelo: «En un primer momento Sendero Luminoso no se había preocupado mucho por la Iglesia. Algunos relatores de la Comisión notaron que los guerrilleros ordenaron ataques en ciertas zonas, pero no tocaron a los sacerdotes».
En el horizonte de los senderistas, la Iglesia siempre fue considerada «opio de los pueblos». Por otra parte, aceptaron de buen grado las inocuas formas de religiosidad popular, ya que la gente seguía respetando sus tradiciones y realizando sus procesiones sin tomar en cuenta los cambios políticos que se estaban produciendo. Cuando la Iglesia empezó a hablar de justicia, de verdad y de perdón, la organización subversiva acusó a los misioneros de estar al servicio del imperialismo porque distribuian las ayudas que les enviaba Cáritas. Y mientras la Iglesia reforzaba sus lazos con los pobres en el ejercicio de la caridad, Sendero veía que se frenaba en el pueblo el impacto de sus esfuerzos para desencadenar una sublevación violenta.
El padre Ángelo Paleri no deja de destacar cuánto insistió monseñor Bambarén en el hecho de que estos tres hombres serán los primeros mártires de la historia del Perú, una nación que ya es rica en ejemplos de santidad. Baste pensar que entre 1500 y 1600 vivieron cinco santos en Lima -santa Rosa de Lima y san Martín de Porres, peruanos de nacimiento; el arzobispo Toribio de Mongrovejo, Juan Macías y Francisco Solano, españoles-, que fueron canonizados por sus virtudes heroicas.
(Tomado de Buena Voz)