Del 29 de agosto al 8 de setiembre, en el Templo de la Compañía de Jesús de Huamanga (Ayacucho), se realizaron distintas actividades en honor a la Virgen de Cocharcas, devoción muy importante en la ciudad y en los Andes centrales.

Entre estas actividades se realizó una novena, en la que participaron sacerdotes y párrocos de diferentes parroquias y órdenes religiosas de Huamanga, quienes celebraron diariamente la Eucaristía.

Asimismo, el 7 de setiembre, se realizó una verbena que contó con la participación de músicos de Huamanga y Apurímac que interpretaron música actual y chanca, así como composiciones hechas en honor a la Virgen de Cocharcas. Como el caso de Richard Reynoso, músico de Huamanga que compuso la canción “Luz de Cocharcas”.

El día 8 de setiembre, fiesta central de esta devoción mariana, se celebró una Eucaristía presidida por Mons. Salvador Piñeiro, Arzobispo Metropolitano de Ayacucho, quien desde el inicio apoyó el impulso de esta devoción muy unida a la Compañía. La Eucaristía fue concelebrada por los PP. José Antonio Recharte SJ, Polinario Tanta SJ y Adolfo  Domínguez SJ.

Estas actividades organizadas por los jesuitas de Ayacucho, tienen el objetivo de retomar y promover la devoción a la “Mamacha Cocharcas”, como se le conoce entre sus devotos. El P. Adolfo Domínguez, historiador y miembro de la comunidad jesuita Beato Rupert Mayer (Huamanga, Ayacucho), comenta que esta iniciativa surgió a raíz de la necesidad de reforzar el trabajo apostólico en el templo y en la ciudad.

“Por mucho tiempo nos hemos dedicado al tema sacramental, eucarístico y a las confesiones. De hecho, la Iglesia de la Compañía siempre se ha destacado por ser el confesionario de la ciudad de Huamanga, pero ahora buscamos que el templo vuelva a tener esta vida apostólica importante que se remonta a muchos años de historia”, señala.

La devoción a la Mamacha de Cocharcas es una fuerte tradición en esta región del Perú. Cada año, en el mes de setiembre, miles de personas de diferentes regiones del Perú, incluyendo a muchos pobladores de Huamanga, y personas de diferentes partes del mundo, visitan la localidad de Cocharcas (Apurímac), donde se ubica el Santuario de la Virgen.

Virgen de Cocharcas en Ayacucho

Actualmente el Templo de la Compañía de Jesús en Huamanga tiene en su Altar Mayor la imagen de la Virgen de Cocharcas. Una imagen colonial que ha permanecido inamovible desde 1650, cuando el P. Pedro Suárez SJ mandó a elaborarla. 

El P. Adolfo comenta que históricamente esta imagen es la primera copia que se hizo de la original ubicada en Apurímac. “Hemos encontrado una carta, la transcribí, y en ella el P. Pedro Suárez SJ, muy devoto de Cocharcas, decía que quería que la devoción también estuviera aquí en Huamanga, que la gente tuviera esa especial tradición, y aquí también los jesuitas ayudemos en el tema de la peregrinación que se hace cada año en la fiesta principal el 8 de setiembre”.

Tras las iniciativas de retomar esta devoción y recoger la intención que desde años atrás tuvo el P. Suárez, se comenzaron a planificar las actividades desde el mes de mayo, y en junio, por primera vez, se bajó la imagen del Altar Mayor y se colocó en un anda elaborada por un devoto que trabaja en cerería.

Desde que se inició la difusión de la historia de esta imagen, muchas personas acuden al Templo muy interesadas, buscando a la “Virgen antigua de los jesuitas o a Cocharcas”.

Se tiene planificado que en un futuro se pueda celebrar una Misa de envío y que desde ahí salga un jesuita en peregrinaje hasta Cocharcas, pues a raíz del hallazgo de la carta del P. Suárez comprueban que “él buscó que esta devoción fuera vital para la ciudadanía” y en la Compañía seguirán trabajando para realizar este deseo.

Una devoción impulsada por los jesuitas

Los jesuitas siempre han estado presentes en la historia, pero en el caso de la devoción a la Virgen de Cocharcas tienen una intervención directa y proactiva.

Esta devoción inició en el siglo XVI cuando un indígena llamado Juan Sebastián, conocido también como “quimichi” (en quechua significa cargador), quedó lisiado del brazo y sin poder conseguir trabajo, viajó a Cusco donde visitó el Templo de la Compañía de Jesús.

En esta visita conoció a los jesuitas y se confesó con el P. Gregorio Cisneros SJ, quien le acompañó espiritualmente. Durante su estadía se enteró de la devoción a la Virgen de Copacabana, una devoción muy importante en la zona del altiplano durante esa época.

Juan Sebastián era muy devoto y consultó con el P. Cisneros si podía ir a ver a la Virgen de Copacabana; él le recomendó que fuera con mucha devoción. Acudió y tuvo una curación milagrosa; en agradecimiento a este milagro mandó a tallar una copia de la Virgen de Copacabana y decidió que la llevaría a su pueblo ubicado en Apurímac.

Trasladó la imagen con el apoyo de los jesuitas presentes en Juli (Puno), quienes entendían que una devoción muy importante estaba empezando a surgir. En el trayecto muchos indígenas se unieron a la gran caravana pero al llegar a Urcos, parte de la ruta hacia Apurímac, el párroco de esa época ve con mucho recelo esta circunstancia y se la comunica al Obispo.

Tras lo sucedido, detienen a Juan Sebastián y la imagen de la Virgen la llevan a la Compañía en Cusco. Conscientes de que nacía una devoción con mucha autenticidad, los jesuitas apoyan a Juan Sebastián, incluso el mismo P. Gregorio Cisneros lo defiende.

El P. Cisneros se convierte en el primer cofrade de Cocharcas y acompaña a Juan Sebastián hacia la zona de Apurímac donde la Compañía va a construir luego el Santuario de Cocharcas, en el que hoy se pueden encontrar lienzos donde aparecen jesuitas.

Esto demuestra que los jesuitas siempre han acompañado este culto, primero desde Cusco y luego desde Huamanga, y ahí radica la importancia de impulsar nuevamente esta advocación.

Los jesuitas en Huamanga tienen planificado seguir trabajando en la revitalización de diferentes devociones que se celebran a lo largo del año, pero que se han debilitado o perdido con el paso del tiempo.