EEn el 2025 la Iglesia celebrará un Año Jubilar convocado por el Papa Francisco como signo de renacimiento, esperanza y confianza. Este celebración llevará por lema “Peregrinos de esperanza”, frase elegida por el mismo Sumo Pontifice. Como parte de la preparación a este importante evento católico se realizará un concurso internacional para componer el himno que sintetice este particular tema.

El Himno deberá poner música al texto propuesto por el Dicasterio para la Evangelización, en italiano, escrito por Pierangelo Sequeri. Para participar es necesario cumplir con el reglamento del concurso, que describe las características necesarias: la finalidad litúrgica, la posibilidad de ser entonado por una schola cantorum, así como por una asamblea litúrgica. La pieza musical obviamente tendrá que ser inédita. La participación en el concurso es gratuita y abierta a todos.

Apertura y participación en el concurso

La publicación de la convocatoria que establece la apertura del Concurso se realizó el 17 de setiembre de 2022 en el sitio web del Himno así como en la página web del Dicasterio. A partir del 16 de enero de 2023 será posible cargar la propuesta en la página correspondiente. La fecha límite para enviar el formulario de solicitud es el 25 de marzo de 2023, a las 8:00 p. m. (CET). La comisión evaluadora que se nombrará posteriormente evaluará las propuestas para determinar la música que compondrá el Himno oficial del Jubileo 2025.

Los contenidos del Himno del Jubileo

El texto preparado por Pierangelo Sequeri y ofrecido a la creatividad musical de quienes quieran participar en el Concurso Internacional del Himno del Jubileo 2025, contiene numerosos temas del Año Santo. En primer lugar, el lema, “Peregrinos de la esperanza”, encuentra el mejor eco bíblico en algunas páginas del profeta Isaías (Isaías 9 e Isaías 60). Los temas de la creación, la fraternidad, la ternura de Dios y la esperanza en el destino resuenan en un lenguaje que no es «técnicamente» teológico, aunque lo sea en el fondo y en las alusiones, para hacerlo resonar con elocuencia en los oídos de nuestro tiempo.

Paso a paso, el pueblo de los creyentes en su peregrinación diaria se apoya confiadamente en la fuente de la Vida. El canto que surja espontáneamente durante el camino (cf. Agustín, Discorsi, 256) está dirigido a Dios. Es un canto lleno de la esperanza de ser liberados y sostenidos. Es un canto acompañado del deseo de que llegue a los oídos de Aquel que lo hace brotar. Es Dios quien, como una llama siempre viva, mantiene encendida la esperanza y da energía a los pasos del pueblo que camina.

El profeta Isaías ve repetidamente a la familia de hombres y mujeres, hijos e hijas, que regresan de la dispersión, reunidos a la luz de la Palabra de Dios: “El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz” (Isaías 9, 1). La luz es la del Hijo hecho hombre, Jesús, que con su Palabra reúne a todos los pueblos y naciones. Es la llama viva de Jesús la que mueve el paso: “Levántate, revístete de luz, porque viene tu luz, la gloria del Señor resplandece sobre ti” (Isaías, 60,1).

La esperanza cristiana es dinámica e ilumina la peregrinación de la vida, mostrando el rostro de hermanos y hermanas, compañeros de camino. No es un deambular como lobos solitarios, sino un camino de pueblo, confiado y gozoso, que avanza hacia una destinación Nueva. El soplo del Espíritu de vida no deja de iluminar la aurora del futuro que está por surgir. El Padre celestial observa con paciencia y ternura la peregrinación de sus hijos y les abre de par en par el Camino, señalando a Jesús, su Hijo, que se convierte en espacio de camino para todos.

(Con información de Vatican News