El jueves 10 de junio el P. Juan Sima SJ celebró sus 50 años de sacerdocio en compañía de su comunidad “La Virgen de Nazaret” y de los PP. Santiago Vallebuona SJ, Mateo Garr SJ y el Hno. Ramón Gómez SJ, quienes participaron del almuerzo en el que recordó historias y anécdotas de su vida. En un momento muy emotivo se leyó la tarjeta enviada por el P. General Arturo Sosa SJ y la carta del P. Provincial Víctor Hugo Miranda SJ.

Por la noche, se celebró la Eucaristía de manera virtual donde mucha gente quería manifestar su agradecimiento a Dios por la vida del P. Juan. Durante la homilía, el P. Sima expresó su deseo de vivir más de 100 años y aprovechó para invitar a las personas a su celebración para el 5 de octubre del 2039. Agradeció a Dios y a la Compañía por estos años maravillosos como misionero en el Perú y por haber sido un instrumento de Nuestro Señor ayudando a muchas personas a descubrirlo en los Ejercicios Espirituales de barro.

De izquierda a derecha en la foto:
De pie: PP. Pedro Oblitas, Santiago Vallebuona, Miguel Arrieta, Roberto Jaramillo, Hno. Ramón Gómez y P. Segundo Pérez.
Sentados: PP. Mateo Garr y Juan Sima.

Sobre el P. Juan Sima

El P. Jhon Ross Sima SJ, nació el 5 de octubre de 1939 en Chicago. A los 12 años, en una de las asignaturas de su colegio, estudió al Perú y viendo las fotos de la gente de los andes, su vestimenta colorida, la admiraba y se decía: “Pensar que nunca voy a estar por allí”.  Sin pensarlo, la vida y la misión lo trajeron al Perú.

Entró a la Compañía en 1958 y cuando terminaba filosofía, se abría la misión jesuita para el Perú, es así cómo comienza su misión. Llegó sin entender, ni hablar castellano. Estudió tres meses en la escuela de Cieneguilla, practicó el castellano hasta marzo en el noviciado de Huachipa.

Posteriormente se trasladó a Arequipa para trabajar en el Colegio San José de Arequipa. En 1967 viajó a Bilbao – España para estudiar teología por cuatro años y en 1971 se ordenó sacerdote en Chicago. En 1973 regresó al Perú,donde trabajó en la parroquia “Virgen de Nazareth” en El Agustino y en el Centro Social de Servicios Educativos. Interactúo con grupos juveniles, catequesis de confirmación, además apoyó en el proyecto de mejoramiento de calles y viviendas para una mejor calidad de vida de los habitantes del distrito. Fueron 20 años que acompañó a la gente en el día a día de El Agustino junto con otros compañeros jesuitas.

Entre 1987 y 1993 trabajó como capellán del Hospital Hipólito Unanue, años muy marcados por la violencia política que también experimentó el miedo frente a las amenazas y a la vez expresó su solidaridad y compromiso a favor de la vida y la paz junto a su pueblo.

En 1985 empezó a trabajar con el barro y lo que comenzó como “hobby” poco a poco fue transformándose en una experiencia profunda de fe, de imaginación, de contemplación, de oración, de encuentro con Dios y con los demás, donde la palabra es consuelo, esperanza, sanación, liberación y donde el espíritu actúa de manera nueva y diferente. Este interés por el trabajo con arcilla lo llevó a organizar el primer “Retiro de arcilla” en el año 1988 y desde entonces los realiza anualmente.

En 1991 publicó su libro “El barro nos habla de Dios”, en el cual cada tema de oración es motivado con imágenes de la biblia y del mundo del barro, seguido de un trabajo silencioso, activo de imaginación y contemplación hasta alcanzar  el diálogo con Dios, luego es palabra compartida en una experiencia comunitaria. En 1993 trabajó en el Centro de Espiritualidad de Breña en la dirección espiritual y retiros.

Ante la noticia de la enfermedad de su mamá viajó a los EE.UU. y realizó su labor pastoral hasta el 2002 en la parroquia San Ignacio de Chicago y ese año regresó a Arequipa donde vivió tres años y trabajó en el Centro Loyola, desarrollando programas de formación personal.

Desde el 2005 hasta el 2008 trabajó en la parroquia de Tacna con la misma dinámica y creatividad que lo caracteriza. El 2009 llegó a Chiclayo, lugar donde fundó la “Casa del alfarero” y acompañó a los grupos de oración, voluntariado y al Centro Juvenil Quiñones, donde está la población juvenil más vulnerable y herida.

El 2020 el P. Juan se reincorporó a la comunidad jesuita de El Agustino.