Este 2021 se cumplen 450 años de la llegada de los Jesuitas al Cusco en tiempos del Virreinato. La presencia de la orden de San Ignacio en esta región no ha sido continua debido a su expulsión del Imperio español en 1767, pero desde sus comienzos se ha caracterizado por una importante misión pastoral y educativa, siempre en diálogo con la cultura andina, continuada hoy en día por diferentes obras agrupadas en la Plataforma Apostólica Regional Cusco – Quispicanchi.
LA LLEGADA
De acuerdo a una crónica del predicador e historiador P. Jacinto Barrasa SJ (1626-1704), el grupo de primeros jesuitas que arribaron a la Ciudad Imperial en 1571 estuvo conformado por el entonces Superior Provincial, P. Jerónimo Ruiz de Portillo, acompañado por el P. Luis López y los Hnos. Antonio González de Ocampo y Gonzalo Ruiz. Acompañaban al Virrey Francisco de Toledo, atendiendo la solicitud que esta misma autoridad hizo al Padre Provincial para que lo sigan en su viaje “a las provincias de arriba que llaman de la sierra”.
Los jesuitas acompañaron al Virrey hasta Huamanga, donde el gobernante se detuvo, y despidiéndose de él se dirigieron al Cusco “con ánimo de hacer alto en tan noble y populosa ciudad” y fundar luego una casa y colegio, “en dignidad de la Provincia”. A su llegada, los religiosos tuvieron un gran recibimiento. Así lo narra el P. Jacinto Barrasa en su Historia eclesiástica, documento inédito que se conserva en el Archivo Histórico de la Compañía de Jesús en el Perú:
El recibimiento, agasajo y hospedaje que la ciudad, así eclesiásticos como seculares, hicieron a los padres es por excesivo más para corrimiento y empacho en nuestra modestia que para alarde u ostentación que de él se podía hacer, dejándolo por encarecidos sospechosos. Baste decir que excedió al que se nos hizo en la ciudad de Lima, que es lo más que se puede decir y parece que Nuestro Señor movía los corazones y abría las puertas de estas ciudades para que por ellas y en ellos entrásemos y fuésemos recibidos, haciendo en todo su causa, que era la que solo les llevaba a estos sus fieles ministros.
Sin embargo, de ser el recibimiento y agasajo tan atento cortés y generoso, no quisieron los padres admitir otra cosa para su vivienda que el hospital de españoles mientras no tenían propia. En esto no hicieron más que lo que nuestros primeros padres y primitivos jesuitas hicieron y hacen, en que sin pensar si mejoran pues la casa del mayor caballero aún se queda casa de hombre y cualquier hospital es casa de Dios y puerta del cielo como palacio real de la caridad cristiana entre todas las virtudes reina”.
Cuando se fundaba lo que hoy llamamos una comunidad jesuita, se fundaba un colegio, ya que era la única manera de tener derecho a financiamiento. Fue así como en el Cusco se fundó uno de los colegios más importantes de la Compañía de Jesús, el Colegio de la Transfiguración, ubicado en la Plaza de Armas y consagrado a la Transfiguración de Cristo, cuya imagen precede el altar mayor de su Iglesia. Este colegio fue el único colegio jesuita en el Perú que obtuvo de parte de la Corona la potestad de conferir grados universitarios bajo el nombre de Universidad San Ignacio de Loyola. Luego de la expulsión de la Compañía en 1767 pasó a la Corona, llegando a convertirse en la Universidad San Antonio Abad.
EL RETORNO
Luego de 200 años de ausencia, el retorno de los Jesuitas al Cusco asumió los mismos retos del pasado junto a la población local, esta vez con una mayor conciencia de la necesidad de dialogar con la devoción popular, ligada a la naturaleza y a la sabiduría ancestral andina. Fue así como en marzo de 1968 se estableció una comunidad jesuita en la provincia de Quispicanchi con los PP. José María Izuzquiza, Juan Ramón Sánchez – Guardamino y el Hno. Francisco Huamaní, a quienes se encomendó las parroquias de los distritos de Urcos, Huaro y Andahuaylillas. Un año después se amplió esta jurisdicción eclesiástica, incorporando a los distritos de Ccatcca, Ccarhuayo, Ocongate y Marcapata.
Los primeros años se atendió sacramentalmente las parroquias, promoviendo una iglesia inculturada con rostro andino. Sin embargo, dado que la provincia de Quispicanchi era una de las más pobres del Perú, surgió la inquietud por mejorar la calidad de vida de la gente en todos los sentidos. Es así como en 1971 se funda la Asociación Jesús Obrero CCAIJO como alternativa de educación popular en oficios que demandaba la población. Se comienzan los trabajos con un pequeño establo, taller de carpintería y electricidad en Andahuaylillas. Luego se extiende esta experiencia de educación popular a Ocongate.
PRESENTE
Hoy la Compañía de Jesús, además de promover una fe inculturada en las parroquias y del trabajo de CCAIJO, promueve la educación a través del Colegio Fe y Alegría «San Ignacio de Loyola» de Andahuaylillas y de la red rural de escuelas asociadas a esta institución. También promueve una cultura de derechos humanos, especialmente de niños, niñas y mujeres, a través de la Asociación Wayra. Finalmente, es responsable de la Ruta del Barroco Andino, propuesta turística encargada de la restauración, mantenimiento y promoción turística de la zona con el fin de generar un desarrollo sostenible y financiar diferentes programas sociales de las parroquias.
Todas las obras mencionadas son parte de la Plataforma Apostólica Regional Cusco – Quispicanchi, coordinada por el P. Alejandro Muñoz SJ e integrada por decenas de colaboradores jesuitas, laicos y laicas que, unidos por una fe que transforma, hacen posible que esta misión no se detenga, incluso en tiempos de pandemia.
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